Monstruos que retozan en este sitio:

miércoles, 31 de marzo de 2010

CÁNDIDA (final)


Al día siguiente, cuando el cuerpo de un joven horriblemente mutilado, fue encontrado en las cercanías de aquella calle, las historias y los oyentes se multiplicaron.
Cándida falta al trabajo, aquella mañana el cansancio la mantiene casi adormecida. Su madre preocupada intenta hablar con ella. No la había escuchado llegar la noche anterior y no entiende porque el vestido está en un fuentón con agua y lavandina, ya todo descolorido.
Cerca del mediodía la joven se sienta en el patio e intenta recordar.
Todos hablan sobre el muchacho muerto, encontrado sólo a 5 cuadras de su casa. A simple vista parecía el ataque de un animal y especulan con toda clase de criaturas de origen misterioso. La escena del crimen muestra, al ojo experimentado del policía, que las mordidas no son de un animal… pero lo ocultan para evitar un pánico mayor.
Cándida está sentada en la silla sin cuidar su postura. Todo el cabello enmarañado. Su madre la mira desde la ventana sin atreverse a acercarse.
No entiende lo que su corazón le dice. Algo en ella le grita que aquella mujer sentada con total desparpajo, no es su hija. Pero se niega a escuchar los murmullos en su interior y se limita a mirarla preocupada.
Cándida ha intentado recordar lo sucedido desde que vió aquella luz, pero hay sucesos que vienen a su mente y no comprende lo que son. Levanta la mano y se toca el mentón. Le duele la mandíbula.
Hay una imagen que la atormenta y una sensación de agresividad animal que la agobia. Por ratos recuerda a un joven, lo ve gritar y levantar el brazo para protegerse. Cándida pasa el día debatiéndose entre aquella sensación de culpa y remordimiento y el extremo antagónico de total indiferencia.
A las dos y media de la madrugada sale de la casa, con su camisón blanco de flores rosas y sus pantuflas de goma. Camina hasta el claro del monte. No hay rastros de las mujeres ni de la ceremonia.
Se sienta en el lugar exacto donde la noche anterior aquella extraña luz la tomó y se fusionó con su interior.
Se clava las uñas en los brazos y se los rasguña dejando largos y delgados hilos de sangre, ha estado haciéndolo durante todo el día y los rasguños nuevos se entremezclan con los que ya quieren cicatrizar.
Mira al cielo y queda expectante, el rostro distorsionado, la boca abierta, la tez pálida… está ojerosa.
Sin bajar la mirada capta con la mano una araña que corre junto a ella y con un movimiento ligero la mete en la boca y la mastica, a través de la morena piel se nota como el arácnido pasa por la traquea.
Baja la mirada perdida.
Cándida tiene los ojos enrojecidos y las lágrimas le recorren el rostro, acerca el brazo a la boca y comienza a morderlo dejándose marcas ensangrentadas, algunos círculos sin piel.
¡Cándida está cambiada!
Hay sólo una pequeña fracción de aquella mujer dentro de aquel cuerpo y por ratos aparece, el ser que ha tomado su alma la deja salir para que sienta el dolor de la carne. Para que vea como se consume la vida que antes rebosaba en su piel.
Cándida aflora y llora. Los músculos no responden. Ha pasado de ser espectadora a victima torturada. Vuelve a levantar el rostro y mirando el cielo sonríe. Ya no es la mujer amorosa, la entidad oscura ahora la suplanta. Ama la noche, la oscuridad, no hay luna ni estrellas y una suave llovizna la estremece de gozo.
Escucha los pasos de un hachero, el hombre en busca de leña ha querido recortar camino y regresa por ese claro.
Cándida voltea el rostro y una sonrisa extraña deja entrever los dientes rotos y las encías sangrantes. Los pasos se acercan, ella espera serena.Es su noche de suerte.



…..



He querido dejar el cuento a esta altura para que el lector imagine el final.
¿He querido dejarlo o ya no puedo continuar?
Ineludible o involuntariamente a mis personajes siempre les otorgo una parte de mí.
Son nacidos de mi alma.
Creados por mi mente.
Concebidos en pliegos de papel y tinta, entre mis manos.
Cándida no fue la excepción…
…He decidido dejar el final librado a vuestra imaginación.
¿He decidido hacerlo o es que ya no puedo continuar?



Debo descansar, guardaré el cuaderno y me iré a recostar, hoy el cansancio me roe los huesos… las uñas me sangran y me duele la mandíbula.

martes, 30 de marzo de 2010

CÁNDIDA (primera parte)


Comencé a escribir el cuento dos días atrás, por lo general, cuando tengo una idea la construyo mentalmente y me siento a escribir sin levantarme hasta haberla terminado.
Pero ésta es especial, me llevó más tiempo.
Cuando comenzaba terminaba exhausta y debía tomar descansos cortos. Luego perdía el hilo del relato y no seguía en el momento.
Escribir un cuento, es para mí, un momento de concentración y metamorfosis. Siempre termino identificándome con su protagonista. Será porque a mis personajes siempre les pongo algo de mí, tal vez una lágrima, una sonrisa, un pensamiento o una manera de sentir…
Y esta no fue la excepción.

……

La historia trata sobre Cándida, una joven de dieciocho años, dulce, serena.
La muchacha de tez morena regresa a su casa tarde, de noche, el camino bordea una zona montuosa. Cándida no tiene miedo. Vive allí con su madre, desde que tiene uso de la razón. Todos se conocen y protegen.
Pero aquella noche algo llamó la atención de la morena joven y hace algo que nunca hizo o hubiese hecho de haber tenido el tiempo suficiente como para pensarlo: cruza la calle y se interna en el monte, una luz brillante la atrae… la llama.
Cándida está cegada por la belleza de aquella imagen, está perpleja, obnubilada.
Cándida ya no piensa, sólo camina abriéndose paso entre la maleza hacia esa magnífica y embrujadora aparición.
No escucha las voces.
La luz va tomando una forma extraña a medida que se acerca, a su alrededor. Hay cinco mujeres vestidas con mantos negros, están arrodilladas y recitan algo, alguna grita de vez en cuando y levantan los brazos en perfecta armonía.
Cándida pasa a través del círculo sin mirarlas.
Una de las mujeres reacciona violentamente y se tira sobre la joven, algo la detiene, se estrella contra una muralla invisible y cae a la tierra con la nariz ensangrentada.
Las otras mujeres gritan aterradas.
Dos de ellas huyen despavoridas sin ayudar a la herida.
Cándida ha ingresado a la luz y una fuerza sobrehumana la levanta manteniéndola unos segundos en el aire y la arroja unos metros fuera del círculo, cae pesadamente sobre unas ramas y queda inconsciente unos cuantos segundos más.
Cuando abre los ojos está sola en ese claro del monte. Siente calor. El cuerpo arde. Corre unos metros guiándose por los sonidos del escaso tráfico que se maneja por aquellos lugares.
Al llegar a la calle un muchacho la ve salir del monte y comienza a seguirla, le propone obscenidades mientras se desplaza dos pasos por detrás de la mujer.
Cándida se siente distinta.
Cándida se siente ajena a esa situación.
La está viviendo como espectadora. La protagonista es alguien a quien ella no conoce e ignora porque domina su cuerpo.
Cándida se da media vuelta y le sonríe.
Reduce la velocidad y una vez más se interna en la zona montuosa. Girando el rostro para mirarlo, sonriendo insinuante.
El grito de el muchacho no se escuchó porque en realidad fue un resoplido, una especie de suspiro.
En cambio, al rugido del animal, lo escucharon varios.
Una mujer que barría la vereda a casi una cuadra de ahí, tiró la escoba y entró persignándose.
Un hombre que pasaba en su bicicleta apuró el ritmo con un escalofrío que le trepaba por la espalda.

miércoles, 24 de marzo de 2010

LA LLAVE


En el claro del bosque se realizaba la ceremonia, lo llamaron, se levantó con orgullo y fue a recibirlo.
Cuando lo tuvo entre las manos huyó hacia las profundidades de la espesura así como todos aquellos que habían recibido la llave.
En el camino se paró un rato, agitado se apoyo en el añoso tronco a recuperar el aliento y recién allí pudo verla.
Era una llave antigua, enorme, con arabescos en la empuñadura y una especie de chapa con un escudo en el medio.
Le habían hablado del premio meme pero nunca imaginó que en algún momento podía tenerlo entre sus manos. La responsabilidad era una posta que debía ser pasada a los que el creía merecedores de sus copias.
.
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El celular sonó y Escarcha se levantó de su sofá negro de mala gana, cuando lo tomó y leyó el mensaje el rostro cambió. ¿Era posible? ¿Esto podía estar sucediendo? ¿La estaban llamando a ella?
Tomó del baúl su capa negra y abriendo la puerta roja escapó de su recinto protector y se adentró en el mundo de los humanos para poder responder el llamado de su camarada creador.
No recordaba bien el camino, estaba en la entrada del bosque y tenía que ser fiel a aquel llamado.
Sus espíritus protectores habían quedados guardados en el ataúd del sótano y no soportaba la idea de despertarlos para que la acompañasen.
Sentía que las amistades a las que encontraría en esta odisea eran solo para ella. Odiaba compartirlos, se convertía internamente en una diosa ante sus presencias. Sentía que escapaba de la tumba y por un instante podía ser parecida a ellos.
.
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Madroca mandó los mensajes y entró al recinto haciendo chillar el portón y dejándolo abierto para sus invitados.
A medida que llegaban les iba avisando del porque del llamado y entregaba las llaves.
Cuando Escarcha llegó Malena salía sonriente, el sólo hecho de percibir su sonrisa hizo que el miedo a la soledad del bosque se eclipsara. Fingió un tropiezo y la rozó, necesitaba tocarla y saberla cierta.
Musaraña estaba con Madroca recibiendo su llave. Cuando pudo mirarle el rostro, descubrió todos los sentimientos del mundo plasmados en aquellos ojos. Te miraba y la sola idea de tocarla te agobiaba el alma, había tanto en ella que sólo necesitabas oírla respirar.
Madroca la miró y le dio otra llave, todas juntas eran una, y cuidaban celosamente de la fuente de la inspiración.
En ella todos los hombres y mujeres de letras se bañaban cada tercera luna de cuarto menguante y purificaban las mentes para seguir cosechando la imaginación en el mundo, para que el universo pudiese seguir existiendo, para que la luna recobrace luminiscencia y el sol no dejara de abrazar con su estigma de fuego.
No podía ser merecedora. Había, seguro, alguna equivocación. Cuando la recibió, la llave venció su mano y cayó unos cuantos centímetros... pesaba... era demasiado para ella.
Madroca escucho los ruidos y gritó que corrieran. El monstruo hediondo de la rutina se acercaba y el zombie ausente de la tecnología que teñía los libros de negro y las mentes de azul reptaba cerca.
Siguió a sus amigos y cuando estos se sentaron alrededor de una fogata hecha dentro de una cabaña en el corazón del bosque, Escarcha no se permitió entrar, no se sentía merecedora de tal honor.
Madroca, Malena y Musaraña brindaban con un licor verde, Córdoba entró mirándola y Escarcha le dió una llave compartiendo el deber de protección, y cerró la puerta sentándose del lado de afuera, con las garras preparadas y los dientes rabiosos, con las espadas y las hachas afiladas prontas a proteger a sus demiurgos.

lunes, 22 de marzo de 2010

La Profesora Suplente


Los brazos pesaban, pero ya sabía manejarlos.
Ocultó las orejas debajo del cabello abundante y ondulado e ingresó al aula donde la esperaban 15 mujeres en edad fértil, dispuestas a terminar los estudios secundarios en la escuela nocturna.
La clase dictada por la profesora suplente fue mas bien una arenga creada para salir a la calle, enardecidas, en defensa de la naturaleza vapuleada en un planeta desgastado.
Aquellas mujercitas poco comprendieron de todo lo dicho. La mitad la miraba extasiada, algunas aburridas y seis a poco de dormirse en sus pupitres. A estas últimas, antes de retirarse con el toque de timbre se les regalo, discretamente, un muestrario de fragancias en pequeños cartoncitos rectangulares.
La profesora suplente les daba por lo bajo con la excusa de que sólo le quedaban unos pocos y que servían para pasárselos por el cuello y que el aroma cítrico quedase en la piel tersa de las jóvenes que aceptaban gustosas el obsequio.
A la media hora de haber realizado el ritual enseñado se sintieron somnolientas.
Dos días después despertaron todas perfectamente plantadas en un jardín extenso, enterradas hasta el pecho sin poder ejercer ninguna clase de movimiento del cuello hacia abajo.
Cuando los ojos se acostumbraron a la oscuridad comprobaron que había otras mujeres semienterradas como maceteros vivientes y extensas ramas salían de las orejas, nariz, boca y de las cuencas vacías de los ojos, dando vistosas y grandes flores rojas que tenían como corola, globos oculares.
Sumergidas en el susto ninguna gritaba, embebidas en el silencio de lo absurdo, perdidas en una realidad escalofriante y con tintes truculentos, todas creían que era un sueño y que despertarían, hasta que apareció la profesora suplente con una regadera en la mano, el cabello atado dejando ver los brotes que asomaban por las orejas.
-Ya están fertilizadas y despiertas mis ovejitas descarriadas, ahora servirán a su tierra... donando vuestros úteros- les explicó sonriente, dejando entrever los dientes verdes y procedió a regarlas.
Las 6 comenzaron a chillar enloquecidas cuando sintieron que con el roce del agua algo en sus vientres comenzaba a moverse... palpitaba... se acomodaba... la vida verde les impregnaba de clorofila la sangre.

Pronto sus hijos germinarían a través de sus oídos.

sábado, 20 de marzo de 2010


Con la cabeza escondida y los ojos cerrados,
con los puños prietos y la cara empapada,
no hay arenga que me levante.
Baja los brazos y huye
o me asiré de tus piernas
y juntos desapareceremos
en las pútridas aguas de mi
nauseabunda soledad,
en la extenuante planicie
de mi truculento desierto.
No me mires, no te apenes.
Arráncate las uñas y cuélgalas
de mi pecho como souvenir venturoso.
Ruge y grita, que mis oídos queden
acostumbrados a tus sonidos
y que la sonrisa de tus ojos
me acune en una suave penitencia de amor.

sábado, 13 de marzo de 2010

EL DESEO


Trepó el árbol hasta la punta, y en la última rama, sujeta a ella, se sentó y comenzó a desvestirse.
Cada prenda la arrojaba al cielo y veía como planeaba hasta quedar inerte sobre el suelo, el corpiño sobre un arbusto, la pollera un poco más allá en el pasto, la bombacha casi al lado de su remera.
Una vez desnuda se paró y sintió el viento, el calor de la tarde, el picor del sol sobre la piel morocha, tersa, brillante, sudorosa... bella.
Ahora de puntitas de pies, elevando el rostro, oliendo al mundo.
Percibiendo cada perfume que llegaba a ella.
Intuyendo las caricias que el cielo quería darle.
Clamando tiernos besos sobre las heridas abiertas.
Sonreía porque quería llorar. Elevaba el cuerpo porque en realidad quería caer.
Se cruzó de rama en rama, raspándose los brazos, haciendo sangrar las palmas de las manos y rasgándose las uñas de los pies.
¿Qué buscaba? ¿Qué esperaba encontrar?
Ella lo sabía. Si, lo sabía. Sólo necesitaba el suficiente valor.
Cuando el sol comenzó a retirarse, bajó. Se sentó en la tierra, con las piernas cruzadas y los brazos en alto y comenzó a murmurar palabras inteligibles en una lengua extraña, susurros que luego fueron gritos que ahuyentaban a las aves ocasionales.
La noche cedió y la escondió entre la vegetación.
Ahora se escuchaban sus pies, pisando fuerte, sosteniendo una danza frenética, delirante, embebida en su mente alienada.
A las 12 de la noche se percibieron los pasos y entre los aullidos que daba la garganta casi afónica y los saltos, idas y venidas, corridas y trotes pudo escucharlo, se detuvo en seco. Casi inmóvil, toda ella, todo su cuerpo, hasta la transpiración parecía que no corría, que se había quedado estática en la piel morena.
Por detrás del árbol apareció calmo, los colmillos brillaban a la luz de la luna, partían de la mandíbula de abajo y tocaban los pómulos protuberantes. Los cuernos grises parecían querer anudarse en lo alto. Era singular. Un híbrido de alguna especie extraña con otra aún mas.
Se acercó a ella y se sentó de frente a la mujer que lo imitó agitada.
-¿Qué quieres?
-Quiero olvidarlo. Quiero que él ya no exista en mi.
Levantó la mano y le tocó un pecho.
-¿y a cambio?
-Lo que pidas.
-Quiero que seas mía.
La mujer miró al engendro, el cuerpo desproporcionado y deforme, era como la burla de una realidad distorsionada.
Ya no tenía nada que perder. Era dar algo que ya no tenía sentido, el dolor que le atormentaba el alma le dejaba el cuerpo anestesiado y dormido. Sabía que podría.
Daría todo, absolutamente todo, para no recordar. Para que el recuerdo de su cuerpo no la torturase más en esas noches frías en las que sólo deseaba el suave tacto de su piel en la de ella.
-Acepto. Seré tuya.
Y el híbrido, engendro demoníaco, parodia de gnomo gigantezco se le tiró encima mordiéndole el cuello y destrozando la yugular.
Cada mordida lo llevaba de un orgasmo a otro sin saber cual era más sublime.
Cuando terminó. Se levantó dejando de la mujer, escasos restos.
-El deseo está cumplido.
E introduciendo la mano en el pecho de la fémina agónica, sacó con las garras una estelita luminosa que guardó detrás de los colmillos.
-Y ahora tomo lo mío... de aquí en más, ¡serás mía!
Con el alma confusa de la mujer torturada que devino en tenue luz de estrella, se internó nuevamente en el bosque, dejando vestigios de luces mientras caminaba.

Ya no lo recordaba, ya no existía él en ella. Se había cumplido su deseo... su último deseo.

lunes, 8 de marzo de 2010

MUJER


No era una frase suya, la había leído en internet clickeando con su mano buena y dejando quieta la quebrada y enyesada.
Se la habían pasado por debajo de la puerta en un papelito discreto, escrita con tinta roja pero oprimiendo con fuerza.
En la calle se la murmuraba bajito, de oído en oído, o fuerte haciendote doler el tímpano.
Un llamado ancestral se liberaba desde la matriz de la tierra y corría libre por el aire envalentonando las almas más tiernas.

Te brotaban alas y podías volar al pronunciar las palabras mágicas, la piel se engrosaba y no se podía cortar ante la adversidad.

Rebanabas el cielo con las manos y te apropiabas de las estrellas.

Era el momento.

Todas se miraban asustadas por la jugada próxima, asustadas por el presente, horrorizadas por el pasado.

Pero ese día el llamado ancestral de todas las féminas no clamaba clemencia, te alborotaba el pelo y no te permitía pensar, decidir, razonar, discernir. Era una impiadosa sed de justicia tatuada en el cráneo con hierro candente.

Se acomodó la remera sobre el vientre abultado y tomando su bolso se dirigió a él y sin reparos exclamó alta la frase mágica y liberadora.

-ESTE CUERPO ES MIO, NO SE TOCA, NO SE VIOLA, NO SE MATA.

Él la miró sin comprender.

La miró sin importarle.

La miró sin compasión.

-ESTE CUERPO ES MIO, NO LO TOQUES SIN MI PERMISO, NO LO ULTRAJES QUE MUERDO, NO LO LASTIMES QUE AHORA TENGO LENGUA BÍFIDA E INOCULO VENENO.

y dándose vuelta abrió la puerta que él cerró de una patada.

Tranquila decidió que hoy cenaría a su enemigo y abrió la boca, desarticulando las mandíbulas y mordiendo el pecho, deglutiendo el músculo que aun palpitaba entre sus fauces.

Salió a la calle y se encontró con todas sus hermanas que caminaban briosas abriendo surcos en el pavimento.
Desnudas, diosas de la noche. Con los pechos iluminados por la luna y las caras mimetizadas en mil más.

En todas estaban las almas de las mujeres muertas por sus compañeros que decían amarlas, muertas de cansancio, muertas varios metros detrás del hombre sin que este se diera cuenta. Muertas porque no tenían el poder de decidir sobre sus vidas, sus futuros, sus almas, sus cuerpos. Muertas porque si. Muertas sin una segunda opción.

Se puso de cuclillas y parió a su hijo que gritó hasta que lo colgó de la teta, y miró al futuro que mamaba de su leche y por fin lloró, por todos y por todo, hasta por el impiadoso muerto. Porque una mujer llora hasta cuando ama a su verdugo.

El niño crecería sano, sin la violencia de género, reconociendo a la mujer como su par, su compañera, su aliada en la lucha.

Varias parieron esa noche e iniciaron el camino.

El horizonte rosa pronto dejaría de ser una quimera y se transformaría en una planicie verde en donde anidar sin miedos.

SOY MUJER:
DESAFÍA MI MENTE, NO MI CUERPO,
UNETE A LA LUCHA O UNTA TU PIEL
COMO ALFOMBRA BAJO MIS PIES.

miércoles, 3 de marzo de 2010

SER GENUINO


-Hace mucho que no escribo, la inspiración no desapareció de un día para el otro, fue gradual.
-¿y desde cuando te consideras escritor?- Me preguntas con un arrimo de burla.
-Escribo, ergo, soy escritor. Vos vives tu vida pelotudeando, nunca me tope con vos en actitud de meditación, por lo tanto sos una pelotuda, no es tan difícil.
Te ofendes y terminas mirando hacia otro lado con aire solemne.
-Sostené aquí- te ordeno. Agarras el brazo de mala gana y arrugas la nariz, no me importa, yo mando, para eso te pago.
Antes de secarlos necesito el preciado aceite que despide el cuerpo a las 3 o 4 horas de muerto. Haces arcadas y me molesta. Que cínica sos, si yo se que te atrae de mí, mi lado morboso, mi ángulo original… ¡genuino!
Desde que decidí incursionar en el grupo la personalidad de mi escritura se desdibujo, ellos eran buenos, escribían bien y la mayoría mas que buenos textos eran extraños, se mezclaban las prosas con los versos de una manera tan exquisita, megalómana, grandilocuente… y me daba bronca.
-Sostené el otro brazo- ordeno – pero sostenelo bien y callate.
Así que decidí hacer los aceites y bañarme todas las noches en ellos, para poder tomar sus esencias. Claro que para eso necesito muchos cuerpos y ellos no son tantos, a aquel le voy a sacar poco, era un izquierdista, no vaya a ser que se me pegue eso.
Y creo que por ahí podría encontrar la respuesta, buscaba en los lugares equivocados, no era en el exterior… sino en el interior. Después los hago secar al sol y me confecciono un vestido de piel.
-Eso está trillado- me contestas
-y bue, habrá que reinventar la escritura, intento no caer en comunismos. No me juzgues. No me jodas. Aunque conmigo no corres peligro, a vos aparte de ignorancia, no podría sacarte mas nada.-
Terminé de decir la frase y pasaron unos cuantos segundos hasta que la digeriste, luego el golpe me dejo noqueado.
Cuando desperté ella estaba haciendo hervir mis preciados aceites y me había cortado los dedos
-¡Para que no escribas más!- me gritaba.
Los ponía a hervir y le agregaba azúcar, luego alcohol, mucho alcohol. Se para en seco y me mira, comienza a prepararme.
¡No me comerá! ¡Me beberá! Si eso no es original la originalidad… ¿donde está? Sonrío orgulloso de ella, en una de esas su mente pudo ser persuadida por me genialidad. ¿Es esta mi alumna? ¿Aquí está mi legado? De pronto me siento conforme, el siguiente golpe me duerme
nuevamente
.
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