Monstruos que retozan en este sitio:

miércoles, 30 de marzo de 2011

Ella y su sueño.


Baja al derrotero que la lleva en andas, podría andar y sortear los obstáculos, podría hacerlo pero ese día no lo resistiría… hay días en los que llora y retrocede. Si, hay días en los que es una perdedora. Dentro hay un vaivén de sensaciones, se cae y aprovecha para inyectarse la sangre de sus pares, ha guardado cuartos de litros, por si el invierno recrudece y se le hiela la sangre en las venas (ella no se da por vencida cuando está vencida) baja en la montaña y entra al bosque de los perros, te sorprenden en cada recoveco provocándote sustos de muerte, sale a un claro y respira mirando el sol, levanta la cabeza y se diluye un poco formando las partículas de la luz (si, se diluye, porque es la única forma de dialogar con la vida), era un respiro nomás, tiene que entrar en los otoños y el recuento de glóbulos rojos no es el adecuado, por ratos se sienta y lee. Las letras de mujeres fuertes le ayudan, es un suplemento vitamínico, una cucharada de potencializador para los ojos: Nasello, Borjas, Valverde (¿Quién dijo que este mundo que le perfora los oídos en formato stereofónico y los ojos en 3D, no tiene escritoras que doblegan los tiempos y la hacen anacrónica en sus letras?) extrae la sapiencia, la beldad, se refriega un poco con los delirios y toma el sol de sus sentimientos. Se siente más fuerte y avanza hacia el otoño que no durará por siempre, llegarán otras estaciones, otros dolores, nuevas risas, unos cuantos sustos (Escarcha busca en las tripas de Cándida y sueña a ser como ella, deidad del inframundo, demiurgo de los perdidos, mujer con los ovarios bien puestos ¡carajo!). y no acaba, son desafíos sistemáticos, miradas vacías y personas con doble rostro. Te estafan, esta sociedad de mierda te estafa. Los que se acercan con sonrisas pétreas y te apuñalan están a la orden del día, pero ella no se cae, mira y sabe que hay más, que no se acaba. Que después de la hiel, el rocío de miel llegará convertido en melón. Se despierta. Recuerda el sueño y lo anota, está lleno de simbolismos, de estrategias oníricas y subconscientes, que le ayudarán a endulzar el té de hierbas que se prepara a tomar. Antes de salir se persigna, no cree en él (¿o si?) pero necesita de un sostén para los hombros. Otra vuelta por la vida, y van…

martes, 29 de marzo de 2011

Tu preguntas, yo respondo


Mimosa me pasa el testigo Tú preguntas, yo respondo.


-¿Cuantas preguntas puedes contestar inteligentemente?

No tengo ni idea, nunca me hice ningun test de inteligencia por temor a los resultados (jejeje)


-¿Una duda?

¿Quién soy?


-¿Una certeza?

Nací para ser madre. Nada me hizo más feliz y me dio mayor plenitud que ser madre.


-¿Un color?

¿Uno solo? De entrada te diría que el negro, pero el rojo me atrae con la misma intensidad.


-¿Un deseo?

Ser menos ansiosa, poder controlar mis impulsos.


-¿Una virtud?

Ufff. no se. ¡ser optimista! :-D


-¿Una frase?

"A lo mejor escribir no sea más que una de las formas de organizar la locura". Isidoro Blaisten


-Un sueño

Lograr encontrar la calma.


-Un defecto

La inestabilidad


-¿Que significado tiene para ti una hoja en blanco?

Un momento de catarsis o una historia para contar.


-¿Escribes por necesidad o por afición?

Me gusta escribir, el 80% de las veces lo hago por placer, el 20 restante como una necesidad de liberar el alma.


-¿Pones música en tu blog?

Tenía música, ahora ya no.


-Eres una persona sentimental?

lo justo.


-Si tuvieras que tener un solo sentimiento ¿Cuál sería?

ups, que aburrido sería. Haría un combo con todos y elegiría ese combo, je!


-¿Una Pregunta?

¿Se llega a tener certezas a lo largo de la vida o es todo un constante de incertidumbres?


-¿Si desearas algo que pedirías?

Que mis hijos sean felices.


-¿Cuándo escribes que sientes?

me desconecto. Siento lo que siente el protagonista del texto que esté narrando.


-¿Eres creyente?

No.


-¿Si no fueras creyente en que creerías?

Creo en el amor, en el don humano para decidir entre lo bueno y lo malo. Creo en el futuro del hombre y nunca pierdo las esperanzas de que todo mejore.


-¿Qué esperas de la vida?

Que me permita estar con ellos el mayor tiempo posible.


-Tienes un blog ¿Por qué?

Porque los textos de terror no abundan y quise aportar mi pequeño granito de arena.


-Crees que eres una persona a la que se reconoce su valía?

Me siento apreciada y valorada por las personas que me interesa que me aprecien y valoren.


-¿Qué esperas del amor?

Qué me sorprenda.


-¿Qué le pedirías a la vida?

PAZ Y ROCK & ROLL

;-D


Bueno, he cumplido, ya nos conocemos mejor, siguiendo con el ritual debo elegir 5 blogs por si estiman oportuno entrar en el juego.

Por supuesto que si alguna de las mujeres que elijo no desea hacerlo no habrá absolutamente ningun problema!!!!!

y el testigo lo paso a:





viernes, 25 de marzo de 2011

El accidente (Final)


Recuerdo que casi me orino del susto cuando la vi salir por entre los árboles.
No se si sentí alegría. Si Marisa no hubiese sido siempre tan recta tal vez habría sentido alivio al pensar que me ayudaría con aquel cuerpo extraño. Pero Marisa no era de aquel tipo, Marisa me habría delatado y guardado la llave de mi celda ella misma.
Decidí, sobre la marcha, que me tendría que deshacer del cuerpo sin su ayuda y por supuesto, sin que se enterara.
Casi corrí hasta el auto.
Agitado.
Tenía ganas de vomitar de la angustia que sentía.
Renegué de mi mismo, ¿de donde había sacado la idea de salir con una mina como esa? En más de una ocasión sentía que más que mi novia se parecía a mi madre, dándome sermones, indicándome como hacer las cosas correctas... era una mina que no sabía vivir la vida.
Pero era buena. Supongo que Marisa era buena... ¿Lo era?
Llegué al auto, el cuerpo había comenzado con su proceso de rigor mortis y demoré en sacarlo.
Una vez fuera lo arrastré lejos, entre los matorrales, siempre atento a que ella no se acercara.
Cada ruido que escuchaba me paraba y corría un poco hasta la ruta para percatarme que siguiera sentada donde la había dejado. Cada vez que fui a verla ella estaba en el lugar, dándose masajes en los brazos, tiritando de frío o tal vez de miedo.
No.
Marisa no tenía miedo, supongo que en esos momentos Marisa se enfriaba.
Cuando logré alejar el cuerpo lo suficiente, me armé de valor para revisar sus pantalones en busca de alguna identificación.
La encontré en el bolsillo de atrás.
La abrí y lo leí.
No entendí lo que leía, me pasé la mano por los ojos y volví a intentarlo.
Ahí me di cuenta de que la primera vez, lo había leído bien. No sé que hice con él, supongo que lo tiré.
Retrocedí sin entender.
Tratando de racionalizar, de encontrarle sentido a lo que estaba viviendo.
No había lógica.
Vomité.
Me arrodillé junto a ella e hice lo que debía haber hecho desde un primer momento, le retiré el cabello de la cara y la miré.
Los ojos estaban abiertos y casi blanquecinos. Tenía magulladuras y golpes fuertes, un corte profundo en la frente y sangre seca en todo el rostro pero aun así la reconocí... era ella.
No miré en derredor, no pensé más, no traté de analizar lo que era ilógico.
Corrí en dirección contraria. Demente, devorado por el susto, orinándome encima y sintiendo que tal vez estaba a dos pasos detrás de mi.
¿Cuanto corrí?
¿Una hora?
Cuando el aire ya no entraba en los pulmones, cuando mi sistema me pedía a gritos un segundo de descanso me detuve y volví el rostro.
-¿Quien era ella?- me gritó, con la cara deformada y azulada de muerte.
Retrocedí espantado, tropezando con el promontorio de rocas en el que la había dejado sentada. ¿Cómo era posible que hubiese corrido en círculo?
Intenté escapar, huir de sus manos frías que se ceñían a mis hombros dándome tumbos en el suelo al grito de: ¿A quien mataste? ¿Quien era la mujer que pusiste en el auto con tanto esfuerzo que terminaste por quebrar los pocos huesos que le quedaban intactos?
Le pedí piedad.
Lloré implorando por mi vida.
Creí que aquel día moriría, que la tierra se abriría y me obligaría a bajar con ella.
Pero me perdonó, sé que me perdonó, lo supe cuando se tapó el rostro y lloró mientras se alejaba y desaparecía en la distancia.
Ella volvió para dejarme una última enseñanza, lo hizo y aprendí. Soy más calmo desde esa vez. Trato de andar con respeto por la vida. Trato de no hacerla enojar.
Ella me lo enseñó. Si ¡Me lo enseñó!
Ahora estoy mejor. Siento que la enfermera se acerca, espero que sea ella porque a veces es Marisa la que me trae la medicación... y no me gusta. Se me queda mirando de una manera extraña, con esa herida abierta en la frente... no me gusta.
Ojala esta noche pueda dormir sin que me aten.
Seré un buen niño.
Si.
Seré un buen niño.
Marisa se sentirá orgullosa de mi, esta noche dormiré sin que me aten.

jueves, 24 de marzo de 2011

El accidente (II)

Creado los subterfugios necesarios se sentó a esperar al costado de la ruta a que pasara un auto, una bicicleta, una moto o tal vez un ovni que lo rescatara. Nueva sonrisa. Era un hombre fuerte que hasta en momentos extremos no perdía el humor, pensó, mientras se miraba los brazos rasguñados y el pantalón roto por el accidente.
Pasó aproximádamente media hora, cada crujido que se producía a sus espaldas lo hacía temblar ¿a que le tenía miedo? Evitaba a toda costa mirar el auto con las ruedas al aire como un animal herido y aquella silueta que se dibujaba en el interior.
Unos pasos se acercaban por entre la maleza...
¿Un hachero? -pensó-¿tal vez un lugareño? Lo único que esperaba es que tuviera un celular que funcionara, el suyo había perecido junto al auto.
Ya lo veía acercarse por entre el monte. Las últimas ramas se hicieron a un lado y consternada apareció Marisa, con un golpe fuerte en la frente desde donde había emanado sangre que le bañaba el rostro dándole una imagen funesta de si misma.
El muchacho se puso de pié de un salto, tragando saliva y sintiendo un frío intenso que le subía por las rodillas.
La mujer venía con la mano en la cabeza, pero al verlo el rostro se transfiguró, parecía haber olvidado sus dolores. Marisa corrió gritando feliz hasta su encuentro y se le tiró encima abrazándolo mientras reía y lloraba fuera de si.
-Te busqué por todos lados, no lograba encontrarte, me perdí, hace mucho que camino tratando de hallar la ruta, pensé que habías muerto- le explicaba mientras la sangre seca volvía a licuarse por las lágrimas y se mezclaba con la suciedad y el sufrimiento de la mujer.
Marisa no dejaba de abrazarlo y acariciarle el rostro, los manos, el pelo... Jorge seguía parado, con los brazos a los costados, tal como había quedado cuando la vio salir. Intentaba entender lo que sucedía. Sin dar vuelta el rostro, con el rabillo del ojo miró hacia el auto, la silueta distorsionada seguía en el interior... ¿a quién había atropellado en su loca carrera? ¿a quién había matado y puesto como carnada en el auto? Él habría jurado que era Marisa, pero una remera gris y un jean azul podía tener cualquiera. Es más, recordó que para no sentir asco por el estado de la mujer había evitado observarla, y que mientras la acomodaba en el auto trataba de mirar el suelo o los pies descalzos del cuerpo, para no toparse con los ojos, con alguna mirada perdida en el submundo de los muertos.
¿Cómo le explicaría a Marisa todo lo que había hecho?
La muchacha parecía no darse cuenta de su turbamiento. Luego de la alegría vino el enojo.
-Te dije que no conducieras, ¡casi nos matas a los dos! ¿Que habría hecho si te pasaba algo? ¿Donde está el auto?
La pregunta lo volvió a la realidad.
La tomó de los hombros, la condujo un poco más lejos calmándola, examinándole el rostro para comprobar que la herida no fuera profunda o simplemente tocándola para ganar tiempo y pensar en el siguiente paso, llegó a un lugar lo suficientemente lejos del accidente y desde el cual no podía ver el vehículo. La beso e hizo que se sentara en un promontorio de rocas.
-Tienes razón, yo tengo la culpa de todo, pero ahora tenemos que salir de aquí, el auto está destrozado, voy a volver a buscar mi celular por la zona, no te muevas.
Ella se paró de un salto con cara de susto a lo que él la tranquilizó.
-No me voy a alejar, necesitamos salir de aquí y no podemos ir hasta el auto los dos, uno debe quedarse en este lugar por si pasa algún vehículo.
Marisa aceptó de mala gana.
-¿Estás bien?- le preguntó ella besándolo.
-Creo que si. Te busqué tanto que no tuve tiempo de mirarme, creo que estoy bien- respondió y besándole la frente la dejó sentada mientras él se internaba en la maleza en dirección al vehículo.

continuará.

martes, 22 de marzo de 2011

El accidente (I)

El auto dio varios tumbos y quedó dado vuelta a un costado de la ruta, sumergido en la vegetación del lugar.
El muchacho despertó y tardó en comprender lo que sucedía.
Marisa le había dicho que no bebiera, que la dejara conducir, que él no estaba en condiciones. ¡Marisa! ¡Marisa siempre pecando de histérica y exagerada! ¡Marisa! ¿Marisa? ¿Marisa, donde estaba?
Logró salir del auto con dificultad, las piernas le temblaban y un golpe fuerte en la cabeza lo tenía confundido y mareado.
Busco a su novia alrededor del auto sin encontrarla.
Si Marisa estaba muerta en algún lado, él estaría en problemas, había conducido alcoholizado esa noche.
Su padre le quitaría las tarjetas de crédito y su madre seguramente no lo dejaría subir a un auto por el resto de sus días. Desesperado salió a la ruta y con la luz del amanecer logró divisar el cuerpo de su novia, unos metros atrás, en el mismo lugar en el que perdiera el control del auto.
Se quedó parado, mirándola unos segundos, ella no pagaría las consecuencias de aquel accidente y él sí... ¿o la muchacha podría ayudarlo de alguna manera?
La tomó entre sus brazos, tratando de no buscar explicación a las extrañas curvaturas y dobleces que presentaban los brazos y piernas, y la llevó al auto colocándola como pudo en el sector del conductor.
Diría que él había bebido y que por tal motivo ella conducía aquella noche.
Se presentaría desperado ante sus padres y llamaría llorando a la madre de la chica para dar la fatídica noticia.
No pudo evitar sonreír ante tremendo plan que lo salvaría de arruinarse la vida.



continuará

lunes, 21 de marzo de 2011

Relevos Blogueros

Me retorna nuevamente el testigo de esta experiencia compartida, siendo en esta ocasión, MIMOSA, una de los participantes de Relevos blogueros de BEA del blog Vinividivinvi, la encargada de pasarme esta propuesta que se explica a continuación:

Voy a comenzar un relato y pasaré el testigo a otro blogger para que lo continúe.
A su vez, éste tendrá que pasarlo a otro citando a los anteriores y sus narraciones correspondientes para que se entienda la historia. Para no hacerlo muy complicado y que no se convierta en una tortura, habrá que escribir un mínimo de 5 líneas y un máximo de 20.
También habrá que poner un punto y final alguna vez, así que iremos numerando a los participantes hasta un máximo de 20; el último tendrá que resolver la papeleta y ponerle un final. El haber participado, no excluye que te puedan volver a pasar el testigo, así que estad atentos...
Es muy importante citar a los anteriores bloggers (enlazando su blog), numerar las aportaciones (para que sepamos en que punto está la historia) y explicar de manera clara y concisa los pasos a seguir. Si un nominado no puede o no quiere participar sería conveniente que lo comunique para que el que lo nominó elija a otro.
Espero muy ilusionada vuestra participación y creatividad.


Y así comienza el relato:

1. La agorafobia de Lucía había hecho que llevase años confinada en lo que ella llamaba su búnker. Vivía de noche y dormía de día. Era una de esas mujeres por las que el tiempo pasa cruel y devastadoramente. Una aureola púrpura rodeaba sus ojos tristes, sin brillo, que se encajaban en un rostro descolorido y marchito. Tenía una nariz perfilada que sostenía unas anticuadas gafas.
Sus labios agrietados pedían a gritos menos nicotina, el pelo cano y desaliñado le llegaba casi a la cintura y la extrema delgadez de su cuerpo no podía casi sostenerla en pie.
Su partida de nacimiento confirmaba que tenía 35, pero los años de aislamiento elegido, la dejadez y el descuido habían hecho que pareciese una anciana.
Como una noche más, Lucía abrió su portátil, para asomarse por esa pequeña ventana y contemplar, indagar, husmear por entre las callejuelas de esa gran ciudad virtual que le tenía completamente fascinada. Mientras se desplegaba automáticamente la persiana azul de Microsoft, preparaba, como otras tantas veces, sus cigarrillos, el viejo cenicero sucio, y su té. El turquesa del mar de una playa desconocida le daban la bienvenida.
Y a partir de ahí, su conexión con el mundo.
-¡Clic!-
( Autora:
BEA )


2. Cansada de navegar entre mentirosos, tarados, onanistas y obsesos, acostumbraba a desconfiar de los mensajes que recibía a través de Internet. Ella no era una Princesa Azul, con su miserable aspecto no podía aspirar ni a cadáver de princesa, por eso descartaba totalmente ser rescatada de su prisión, alguna vez, por un hombre cariñoso, leal y sincero.
Algo le decía que ese prototipo ya no abundaba en el mundo exterior.
Aquella noche, que prometía ser como una más, una de aquellas que terminaría en un alba de lloros mientras nacía una nueva jornada para la desesperanza, un inesperado recuadro se abrió en la esquina inferior derecha de su pantalla: era un mensaje de chat con un mensaje desconcertante:
"QUERRÍA RESUCITAR TU SONRISA".
Al principio Lucía tuvo la tentación de mandar a la mierda al desconocido bromista, pero se contuvo y en su lugar decidió...
(Autor:
RUBO )


3. Decidió contestar. Un simple "cómo podrías" fue suficiente. Había tardado un poco en introducir la frase y ahora, mientras aguardaba, se arrepentía de haber seguido el juego a un desconocido que seguramente en la espera había desistido de seguir conversación alguna. Aún así, observaba fijamente la pantalla mientras, inconscientemente, enroscaba suavemente un mechón de su pelo entre sus dedos... solía hacerlo cuando la imaginación se apoderaba de ella.
Nada... no había contestación. Cogió uno de sus cigarros mentolados y justo al soltar el humo de la primera calada, se quedó paralizada... alguien escribía al otro lado.
"¡Va a contestar!", se dijo apagando apresuradamente el pitillo en el cenicero rebosante de colillas. Intentó respirar hondo, el corazón le latía rápido, estaba nerviosa y hasta las manos empezaban a sudarle, pero el nerviosismo no era lo único que se había apoderado de ella, ahora tenía miedo... miedo de no saber si podría con la respuesta.
(Autora:
SU )



4.“DEJAME ENTRAR, LUCIA”
La respuesta le disparó una bala que le acertó en medio de la frente.
Sus pupilas permanecieron clavadas en los cinco helvéticos caracteres que titilaban en la pantalla del ordenador. Verificó su nick y era el correcto. Desde que utilizaba Internet siempre se identificaba como Isis.
Entonces ¿cómo era posible que aquel hombre conociera su nombre?
Intentó analizar la respuesta, pero tenía la razón bloqueada. Aquel pedido con cierto sabor a súplica viril le secó la garganta.
El maligno duende del arrepentimiento comenzó a danzar enloquecidamente en la boca del estómago.
Su mente se debatía febrilmente entre dos posiciones antagónicas.
¿Debía apostar por su instinto y permanecer aferrada a su anodina existencia o se arriesgaba a sumergirse en las seductoras aguas de lo desconocido?
¡Mierda!
Le dio una pitada al cigarro, se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz y apoyó los sudorosos dedos sobre el teclado. En aquella inesperada partida de ajedrez, ahora le correspondía a ella ejecutar la siguiente jugada.
(Autora
BEE )


5. Pero no se animó, se sintió perdida e indefensa, aun en la perfecta armonía de sus cuatro paredes.
-No soy Lucía, te estás equivocando de persona- acotó intentando despistar a quien le escribía.
-Dejame entrar, Isis. Quiero sumergirme en la plétora que se acumulará en el centro de tu pecho cuando esté junto a ti, Lucía.
La mujer se levantó aterrada, cerrando la portátil con fuerza, destruyendo el cigarrillo con la tensión de los dedos índice y medio.
Lo primero que hizo fue dirigirse a la cocina y tomar un vaso con agua, un tanto más tranquila se aseguró de que las puertas y ventanas estuvieran cerradas.
Riéndose de si misma y de su estúpido terror repentino, se dirigió serena hacia la portátil, la abrió y pensándolo bien le escribió.
-Isis no es Lucía, me estás confundiendo. Espero que tengas suerte al encontrarla. Chao, me voy- y para terminar con esa charla le mandó un emoticón sonriente. Estaba dispuesta a apagar el computador cuando un nuevo mensaje entró.
-LUCÍA ¡DEJAME ENTRAR!
Y unos golpes en la puerta le sacaron un grito desesperado de horror.
(Autora: ESCARCHA )


6. Grito que ahogó entre sus manos, ante la incipiente mirada de terror que dibujaba en sus ojos fijos en aquella puerta. Sin respiración audible, caminó descalza hacia ella, casi de puntillas, iluminada tan sólo por el parpadeo constante de aquella pantalla, que reiteraba el amenazador mensaje que asomaba al compás del golpear proveniente del otro lado de la estancia.
Al llegar frente a ella, contuvo el aliento, cerró los puños clavándose las uñas en las palmas, agudizando el oído y..., en el momento justo en que sus ojos alcanzaron la altura de la mirilla, el sonido cesó y la pantalla se apagó, quedando sumida en la más absoluta oscuridad.
Ahora el único sonido que se escuchaba era el acelerado palpitar de un corazón. Cerró los ojos con fuerza e intentó visualizar la ubicación de las escaleras por donde tendría que escapar si aquella puerta se abriera, pero a su mente sólo llegaba una imagen, una pared con un letrero pequeño, negro, que rezaba:
-APTO. 601-
(Autora :
Mimosa )


7.- ¿Lucía, estás ahí?
La voz de Elisa le pareció por unos segundos la más firme asidera a donde agarrarse, ahora que sus piernas habían perdido completamente el control.
– Espera, te abro. No encuentro la luz-
Con su habitual desparpajo. Elisa dejó la compra desparramada sobre la mesa de cocina, y comenzó a organizar la nevera. Lucía la miraba como una autómata, que hubiera llegado de otra galaxia. Camino hacia el baño, para poder respirar sin la reserva que la inspiraba la mirada indiferente de Elisa, y al mirarse en el espejo creyó observar que alguna cana más había descolorido su ya ajada melena.
Imágenes a modo de diapositivas iban pasando ante sus ojos.
¡Flash!, la primera cita.
¡Flash! Las palabras de reproche.
¡Flash! Las primeras amenazas.
¡Flash, el primer golpe.
Recordó como su larga melena recorría aquel aseo camino de la bañera repleta de agua de la mano de él, y como intentó sobrevivir tragando agua mientras conseguía ahogarla.
– Nunca más-, se dijo. Ya no posaría más en aquellas revistas con traje de baño, con piernas de junco y huesos en la piel, que despertara el deseo impío de pervertidos impulsos. Su oscuro refugio le proporcionaba el perfecto amparo e miradas promiscuas.
Volvió a la cocina a observar los ágiles movimientos de Elisa, que le reportaban confianza cuando de nuevo otro golpe en la puerta las hizo girar la cabeza hacia la luz del portal.
Cuando llegó la mirilla, arrastrando lánguidamente los pies, un golpe de luz estalló en su córnea para encontrar frente al cilíndrico cristal cóncavo, una retina nerviosa que le avistaba a través, con la misma intensidad con la que ella intentaba reprimir aquel quebrado grito que no afloraba…
En ese preciso instante, la luz del estudio se prendió como una cascada fulgurante, y la pantalla del portátil comenzó a parpadear emitiendo singulares crujidos.
- ¡ Lucía, no me eches en el olvido! ¡ Déjame entrar!
(Autora:
ANA )


8.- Ahora no puedo, Elisa… Estoy cansada... No soporto más esta muerte en vida. Mientras tanto, su cuerpo –casi inerte y su mente en La Nada- levita y a la vez cae desesperadamente en un viaje con destino incierto:
El acto, el telón, la función era como ese salto en la oscuridad, que Lucía; sin la más mínima posibilidad de escapar, jamás volvería atrás, ni siquiera como una insignificante mota de polvo, los interminables tres segundos detrás del telón con las cara pintada se compararían con una brújula en apuros, las posibilidades en extinción y los puntos cardinales de vacaciones y sus diversas interpretaciones.
El miedo rodeándolo todo de principio a fin, como la incertidumbre torturando a un garabato con los pies imaginarios y las palabras inacabadas, estallan de pronto: la función a de comenzar los pies sobre las tablas, había que ponerlos a soñar, la ciudadanía respetable y lamentable bien dispuesta en las sillas…
Ahora es el momento:
-dijo Lucía.
Entre tanto sus ojos fulgurantes y radiantes comenzaban a desvanecerse y el mundo se le manifestaba como el matadero demencial que es. El tambor late en su pecho es más sonoro que 10 mil en un ritual festivo del África, había que convertirse en alter ego del bípedo implume, para que todos los demás entendieran: Que escudriñar a las estrellas con un telescopio gigante, mientras el contacto impersonal y sin alas de la multitud, te produce una mezcla de indignación y burla, sobretodo eso la burla, estallas a risotadas en tu interior y comienza a bailar de alegría, a escribir un libro de horas, a fotografiar mundos nacientes en plena gestación, a desatarte la cordura, a despachar a la decencia y a despedir al buen juicio y al decoro, y lentamente te conviertes en el loco que baila sin ropas, en una mezcolanza de sabiduría y disparates, inicias una destrucción tan bella… que al final dices:
- ¿Será real? ¿En dónde estoy?
(Autor:
Quino )



9. Las luces seguían apagadas, la puerta cerrada, la casa desordenada, parece que el silencio se instalaba de nuevo en aquel desamparo y su mente comenzó a divagar en el placentero deseo de acabar con todo.
¿Cómo lo haría? ¿Estaba segura que podría hacerlo? ¿Merecía la pena seguir luchando por algo, por alguien que la maltrataba? Pero… ¿Y su arte, su vocación? ¿Y aquella familia que dejó en el pueblo? En algún momento había disfrutado de su estilo, ante cuántas miradas indiscretas... Todo era pasión ante los ojos dominadores de aquel hombre, de aquella bestia que ya nunca la dejaría en paz. Las representaciones del loco, están sustraídas al descabello.
De nuevo llamaron a la puerta. Había perdido la noción del tiempo. No. No estaba en casa, no tenía ordenador, ni televisión, ni radio, ni luz eléctrica, nada, nadie podría convencerla. Su ciencia era, es lo accidental, lo fortuito, la locura, la nada, la dejadez, la inercia… porque la fantasía sólo es un juego, un extravío, un delirio pasajero. No. No abriría jamás. No podía fiarse de nadie, ni siquiera de Elisa, menos de él. Sus ideas, su carácter mórbido, sus deseos tan pronto sublimes, tan pronto locos, ella no había sido creada para que la manipularan los “genios”, no tenía paciencia, no podía dejarse golpear por una pasarela de fama absurda.
El silencio volvió a invadir todos los espacios de su habitación oscura. Se dejó caer en el suelo, junto a la cama, buscó a tientas el paquete de tabaco, sacó un cigarrillo, se lo llevó a la boca, no encontró el mechero. A tientas agarró el teclado del ordenador, tiró de él con fuerza y lo estampó sobre algo que se rompió al instante. El sonido la hizo cambiar de postura. El silencio se hizo de nuevo, algo se había roto en mil pedazos. No quiso averiguarlo. De repente su necesidad de fuego se agudizó. ¿Dónde estaría el mechero? Sí. Sí. La llama era importante, el gusto, el sabor, la necesidad de sentir el humo en la oscuridad, la acuciaba. Aquella llama imaginaria le hizo recordar su estancia en Londres y, de repente empezó a viajar, incluso a pensar vagamente en el regreso… El subconsciente entra en escena. La posibilidad abraza sus adormecidas sensaciones de libertad…
Se levanta, busca una luz, o no. Mejor vuelve a mirar por la mirilla. Parece que se han ido. El ordenador ya está roto. No quiere saber más de nadie. Se lo ha prometido así misma, nunca, nunca abrirá esa puerta. Saldrá por la ventana, por la chimenea, por el tejado…O se quedará allí para siempre. De repente su propia risa la hizo desperezarse. Nadie, nadie la encontraría nunca… Pero en Londres era todo distinto… De repente se encontraba sentada en un banco, viendo como iban y venían las palomas en Trafalgar Square.
(Autora
JULIE )


10.En Trafalgar Square, el cielo plomizo dejaba escapar finas gotas de agua, no eran de lluvia realmente, no, no llovía, era la niebla húmeda la que, sin apenas percibirlo, estaba empapando el cuerpo, el cabello, el rostro de Lucía. Las gotas de agua y el llanto se deslizaban juntos, suavemente, por sus mejillas.
Sin rumbo determinado volvió a Picadidilly Circus. Era su lugar preferido desde que, hace ya dos años, vino a Londres.
Desde los primeros días buscó un lugar privilegiado en la escalinata, arriba del todo, y cada día volvía a él, como por arte de magia siempre tenía libre su asiento. Hoy también observa el gentío que sin aparente rumbo fijo deambula por el barrio. Lucía acaricia su cazadora multicolor que nada más llegar, compró enfrente en la gran tienda del Sargent Pepper, una vez más intercambia algún que otro cigarrillo “Ideales” por rubio inglés, con Yasser, un estudiante de Kuwait que pincha discos en una discoteca en Cardiff.
¿La reconocerían en el pequeño pueblo del interior de España, si la viesen con su pelo crepado, de color verde, sus botas de altas plataformas y sus inmensos ojos azules enmarcados por una inmensa sombra fucsia?
En Londres Lucía se había descubierto. Su melena larga, rubia, adornada con flores, brillaba con luz propia. Se reconocía hermosa y el amor que por primera vez vivía, contribuía a esa seguridad y felicidad sentida.
Todo su mundo mágico había comenzado al conseguir la beca RADA –Academia Real de Arte Dramático. Un sueño. Lucía creía vivir un sueño. Eran los maravillosos años 70.
Otra Lucía, en su vientre se estaba gestando sin saberlo.
Hoy, con 35 años, con el pelo apagado, sin brillo, con un bagaje de triste vida continúa sentada, rodeada de palomas en Trafalgar Square. En su mente está grabado: Apartamento 601.
(Autora:
CAMY )


11.Clac, clac, clac, clac
Un silbido lejano sincronizado con el buen compás de unos tacones cada vez más cercanos se hacían eco por el hueco de la escalera.
Ese inocente sonido le martilleaba la cabeza. Abrió con dificultad los ojos y se encontró allí tendida, con la cabeza medio encajada entre los barrotes de la escalera, desnuda, con sangre reseca en la manos y con la cruel imagen que la perseguía de frente:
APTO. 601.
Giró la cabeza buscando desesperadamente la puerta de su casa.
Estaba abierta.
Suspiró.
-¿Cómo he llegado aquí?- pensó.
Estaba aturdida. Flashes de consciencia e inconsciencia rápidos y astutos se intercalaban en su dolorida cabeza:
-Trafalgar square-
-Isis-
-Déjame entrar-
-Yasser-
-Londres-
-Tabaco-
-muerte-
-Elisa... Elisa...-
-¿Dónde estaba Elisa?-
Aterrorizada se levantó y corrió hacia su apartamento con la esperanza de queElisa también hubiese formado parte de su sueño.
Atravesó el largo pasillo que conducía al salón, y allí, entre el umbral de la puerta que daba paso a la cocina, sobre un charco de sangre, descansaba el cuerpo sin vida de Elisa.
Junto a ella, el retrato hecho añicos de su hija Olga Lucía y una nota que decía:
“SÓLO QUERÍA RESUCITAR TU SONRISA”
(Autora:
BEA)


12. Durante su delirio, Olga Lucía había estado en su casa. Pero ¿cómo había entrado?. Seguramente Elisa le había abierto la puerta. Y ¿dónde estaba ahora su hija?. ¿Qué había pasado con Elisa?. Se miró las manos empapadas en sangre y lanzó un grito desesperado que salió amortiguado de su garganta, casi mudo, como si sólo pudiera murmurar los gritos y las palabras.
Se arrastró hacia el ordenador descuajaringado en el suelo, junto al retrato roto de Olga Lucía. Comprobó que funcionaba todavía. ¡No se había roto!. Su luz volvía a brillar una vez conectado. Y de nuevo el color azul de la playa desconocida, y la palmera torcida y el agua serena y... un parpadeo sobre el paisaje le daba a entender que tenía nuevo mensaje. Tembló. Tuvo miedo. Pero no pudo aguantar la curiosidad...
"¿HAS VUELTO YA?"
Alguien sabía, al otro lado de la pantalla, que se había"ido" durante ... ¿cuánto tiempo?. ¿Cuánto había durado el delirio?... Y de pronto le invadió un terror insoportable. "Si alguien sabe que me he ido, ¿sabrá también qué ha pasado con Elisa"... Se quedó sentada en el suelo, llorando y temblando de miedo, de espaldas a la cocina, donde el cuerpo de Elisa se desangraba...
"¿Y si ÉL había estado allí?. ¿Y si ÉL había matado a Elisa, en aquella oscuridad, creyendo que era ella?.."...
(Autora :
MEG )


13.- No, no podía ser él, no tendría ningún sentido, siempre había respetado el trato. Además, ¿qué podría sacar él de todo aquello? Lo más importante ya lo tenía.
-¿Y si fuese ella?- Lucubró.
-¿Qué edad tendría ahora? ¿Diecisiete, dieciocho?
-¡No,no,no,no! ¡Basta!- se gritó a si misma, ¿te has vuelto loca? ¡Estás hablando de tu propia hija!
Pero,... ¿y quién era ella? Realmente no la conocía. Yasser se la había llevado cuando era sólo una niña. Tras años de lucha, su abogado consiguió que le enviaran fotos del paso del tiempo y alguna que otra carta contándole sus peripecias, que lejos de hacerle bien, la habían sumido en aquella profunda tristeza que acabó por encerrarla para siempre en aquel apartamento insulso y deprimente que le había quedado.
Se levantó lentamente y dirigió su débil cuerpo hacia el baño, pensando en Olga, no daba crédito a cuanto allí acontecía.
Mientras se despojaba de aquella ropa manchada y se disponía a darse una ducha, su mente agitada le repetía una y mil veces la misma pregunta: ¿qué voy a hacer ahora? ¿Qué voy a hacer ahora? Sus lágrimas se entremezclaban en el agua que corría por su rostro.
Su nexo con el mundo exterior estaba tirado en el suelo de la cocina, bañado en sangre, muerta. ¿Qué haría con aquel cuerpo inerte? ¿Cómo se desharía de él?
Envuelta en la toalla, se tendió sobre el lecho, acurrucó su cuerpo como una niña y se quedó dormida.
(Autora:
MIMOSA )


14- Tres horas después despertó con un crujido, un ruido leve, pero que había logrado rescatarla de su sopor. Recordó lo acontecido y el delirio en el que se hallaba sumergida. ¡Elisa, su querida Elisa! ¿Cómo salir de su mundo? ¿Cómo buscar ayuda? ¿Qué se hace cuando el sólo pensamiento de lo que acontece fuera de su dormitorio provoca un miedo mortal?

Otro ruido.
Se sienta en la cama con cuidado y escucha.
Nada... ¿un sonido?... nada... ¿alquien se mueve o es su alma que se avienta contra el pecho tratando de salirse?
Hay una respiración, es leve y tal vez lejana, pero audible.
Se acerca con sigilo hacia la cocina y por la puerta entreabierta, ve como el cuerpo de Elisa es arrastrado hacia el comedor... ¿Quién se lo lleva? ¿Quién más está en su casa?
Sus peores temores están hechos realidad y laten con vida propia en el interior de su hogar.
Tratando de contener la respiración y que el aullido del corazón no se escuche, se arrima un poco más, sólo para cerciorarse de que son manos de mujer, las que desde los tobillos arrastran a la pobre Elisa muerta, llevándosela.

y el testigo se lo paso a
Bea, la creadora de este relevo, con su blog vinividivinvi

domingo, 20 de marzo de 2011

Esperando

Hizo lo que debía hacer. Luego se dirigió tranquilamente hasta el baño, se acomodó el cabello y se lavó los dientes.
Recorrió la casa, mirando las habitaciones vacías, la pulcritud, sintiendo el eco de su soledad como hormigas bravas en los brazos. Le faltaba un poco el aire, le dolía el estomago, pero eran síntomas soportables. Creyó que había llegado el momento y se dirigió al comedor, donde se sentó a la mesa a esperarla. Llegaría en cualquier momento. Tal vez golpearía a su puerta o le treparía por las piernas surgiendo del piso como pulpo ardiente.
Otro síntoma: taquicardia. Se asustó, no quería sufrir, sólo que llegara.
-¿Cándida?- le gritaron desde afuera y se sobresaltó. ¿Quién la llamaba a esa hora? ¿Su sobrina había sospechado sus intenciones? ¿Su vecina se sintió insegura al verla triste y venía a verla? Por un segundo se sintió esperanzada... tal vez alguien se había apiadado de su soledad y venía a cerciorarse de que estuviera bien.
Se acercó y apoyando la oreja a la puerta preguntó quien era.
-Cándida, soy tu prima Lucía.
-¡Lucía!- pensó, y trató de recordarla, ¡hacía tantos años que no la veía!
Un buen día se había marchado junto a un hombre con destino incierto y no la habían vuelto a ver. ¡Lucía estaba de regreso!
Abrió con desconfianza y la observó, estaba un poco más envejecida que aquella vez ¡pero era su prima! Se alegró enormemente al verla, se abalanzó y la abrazó, se rieron juntas mientras lloraban también. Lucía le acariciaba el cabello y Cándida le tomaba las manos. ¡Habían sido tan unidas de jóvenes! Por un momento olvidó que esperaba a alguien más y la hizo entrar, se sentaron en el living a recordar viejos tiempos, felices por el reencuentro. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué se había ido? ¿Cuando había regresado? ¿Por qué nunca, en tantos años, había mandado un mensaje, una carta, una muestra de vida? Las preguntas y sus respuestas se confundían, enlazándose, rodando por el aire hasta ser un soplo homogeneo.
Hablaban a la vez, encantadas, tocándose los rostros, olvidando que un mundo gris, giraba desconsolado detrás de la puerta.
En un momento se dio cuenta de que había dejado de sentir los síntomas e imaginó que aun estaba a tiempo, le pidió disculpas a Lucía y corrió al baño a vomitar. Lo intentó varias veces sin buenos resultados. Su prima golpeó la puerta.
-Cándida ¿qué haces? Mujer, no te lastimas más, hay algo que creo que no estás entendiendo.
La última frase fue un golpe al alma, le provocó un dolor agudo en el estómago.
Abrió y la miró.
-¿Cómo?
-Pensé que al verme habías comprendido Cándida, y luego tus preguntas, ¡lo siento! nos confundimos. Yo pensé que sabías... y veo que no.
La mirada de Cándida de horror, devino a serenidad.
-Vamos, dame la mano.
-¿Debo llevar algo?
-¡No prima! sólo tu alma solitaria, tu dolor quedará aquí.
-¿Por qué viniste a buscarme?
-Por que debía hacerlo. Fuiste muy importante en mi vida y cuando supe que llegarías pedí pasar a buscarte.
Cándida miró el frasco vacío de pastillas tirado cerca del inodoro, lo levantó y lo acomodó sobre el lavamanos, pensando en la paz que sentía.
-¿Cuando te moriste Lucía?
-Cuando decidí irme con él. En el camino se arrepintió y decidió dejarme en la ruta, malherida. Dame la mano Cándida, ¡Contame cosas lindas y yo te diré cuanto lo quise!
Las dos bajaron las escaleras, casi al final había una imagen oscura, un humanoide escuálido, tan fosco como escabroso. Cándida sintió miedo y se aferró a Lucía.
-No le temas- le aclaró, es lo desconocido, de ahora en más nos guiará, pero juntas será distinto- y aferrándose una a la otra, abrazaron al espectro y se sumergieron en la plétora de su pecho.

sábado, 12 de marzo de 2011

El vaticinio

-Roxana, no quiero dejarte así
-Ya se Marcelo, pero no me puedo ir. Mi madre, mi abuela, la crecida del río, la casita… ¡no me puedo ir!

-Voy a volver a buscarte
-Te voy a esperar- contesta sonriente y lo ve partir.
Trata de grabarlo en la mente, recordarlo así. Él no volverá y ella nunca partirá.
El río estaba desbordando y la casita de la madre se encontraba a metros del agua, con el gobierno presionando para evacuar a los pocos campesinos que se negaban a abandonar sus cosas.
Roxana se aleja cabizbaja, su abuela está muriendo, su madre se niega a venir a la ciudad. Viven las dos juntas acompañándose una a la otra.
Hoy regresa, después de varios años. La ciudad, la universidad y un mundo nuevo no influyen, creía que le resultaría difícil el regreso, pero está parada en la esquina, con su bolso a cuestas, esperando el vehículo que la regresará a sus raíces. Llueve nuevamente y el corazón se le empequeñece. ¿Cómo convencer a su madre?
Sus propias tristezas se desdibujan por momentos, un amor acaba de partir y debe hacer su propio luto. Sola otra vez.
Ya ha cruzado la barrera de los treinta y su genética no le ayudó a la hora de buscar un descendiente. Un alma que se adhiera a la suya y que le espante los oscuros designios de soledad.
Baja del vehículo y camina tratando de no perder el equilibrio, metiéndose hasta los tobillos en el barro. Cuando llega, golpea la puerta y se acerca a la ventana a tiempo para ver a su madre caminar apurada para abrirle.
-Creo que tu abuela te está esperando- le avisa llorando bajito y deja que su hija ingrese al habitáculo poco iluminado y sofocante.
-Abuela- la llama con tibieza.
La mujer abre los ojos negros y la mira con calma, respira suavemente, le sonríe al reconocerla y le toma las manos.
Su abuela y su madre eran dos conocidas brujas de la zona, curaban las dolencias del cuerpo y el alma con yuyos y cruces hechas con sus manos en el lugar afectado. Curaban con miradas, sanaban orando. Su abuela supo tener muchos sueños premonitorios, lo que decía era escuchado con atención y respeto por todos los lugareños.
Ella, en cambio, no había heredado nada de eso, supuso que los estudios, la facultad, la socialización con otra cultura la habían alejado de la magia de la pachamama y que su mente cultivada no podía contactarse con los espíritus de la naturaleza.
A las cuatro de la mañana se despertaron con un temblor en la tierra, se levantaron asustadas y corrieron a la pieza de la viejecita, un rayo les sacó un grito, otra tormenta y el río se metería en los hogares, violando sus vidas, dejándolos en la miseria.
Cuando la lluvia comenzó a caer, la mujer bajó el rostro y se sentó en el suelo rendida. Roxana la miró y prefirió dejarla hacer su propio duelo. Debía convencerse de que la tierra la expulsaba y renacer en otro lado,
lejos del hogar.
Después de un tiempo corto se fue a dormir.
A las 8 de la mañana se despertó sobresaltada, soñándose entre escombros, levantando los rostros de los muertos para encontrar a su madre y entre ellos veía al de su amor, se sentó llorando en la cama, con un presentimiento extraño en el pecho.
Con el sol intentando salir por entre las nubes gruesas, Roxana se dirigió a la casa de Doña Ramona, que tenía una despensa, para proveerse de los alimentos del día, allí se enteró de un terremoto en tierras orientales: los muertos, desaparecidos, la gente desesperada tratando de encontrar a sus seres queridos y la angustia le quebró la calma. El sueño. Ese era su sueño.
Regresó acongojada, puso las compras sobre la mesa y escuchó a su madre llamarla llorando. Roxana se acerco presurosa a la puerta y observó a la viejecita agitada, luchando por respirar.
-Vete Mirta, tengo que hablar ahora con ella- le dijo la mayor y antes de que la mujer se levantara, se despidió- Nos vemos después Mirta, viví, no te dejes morir después de que yo me vaya. Cuando nos volvamos a encontrar quiero que me cuentes todas las cosas que lograste.
Roxana vio cruzar a su madre solemne, tratando de elevar el pecho que intuía destrozado.
-Abuelita- le susurro intentando no llorar.
La mujer la miró seria.
-Cosas importantes pasarán a las 7 y 45. Todo el mundo cambiará.
-¿Abuela?- la llamó asustada por lo que estaba escuchando y por el estado catatónico en el que se encontraba la anciana- ¿Abuela?
-Lorena, niña hermosa, no conocerás a tu padre, pero tu madre te enseñará la magia de la vida, serás tan poderosa como ella y juntas le gritarán al mundo que existen.
Roxana comprendió que su abuela estaba alucinando, la confundía con alguien pero no recordaba quien podía ser esa Lorena.
La anciana le tomó la mano, se la beso, y luego quedó serenamente dormida cruzando el umbral con la paz más absoluta.
En la casita quedaron las dos mujeres; con otro luto, con otra angustia, con otro motivo para llorar.
Roxana intentó dormir esa noche pero el vaticinio la atormentaba: un temblor la noche anterior, la crecida del río, las inundaciones, el terremoto en oriente a un año del chileno, y las 7 y 45 que estaban por llegar.
No le dijo nada a su madre, su abuela nunca se equivocaba y si algo pasaba esa madrugada, las dos morirían juntas. Esa noche durmió junto a ella.
A las 7 se despertó y caminó por la casa, tratando de escuchar algún aviso previsor de la naturaleza.
Se paró en el umbral y vio al río que se acercaba majestuoso, magnánimo e implacable.
A las 7 y 35 se sentó en el borde de la cama y esperó a que los minutos corrieran mientras le acariciaba el cabello a su madre.
A las 7 y 44 se sintió descompuesta, ¿eran los nervios? No pudo quedarse en la cama junto a su progenitora, tuvo que correr hasta el baño entre arcadas y a las 7 y 45 vomitó todo lo que tenía el estómago.
Se arrastró como pudo hasta la puerta y quedó sentada, apoyada en la pared, mirando el reloj que ya pasaba a las 7 y 46.
De pronto lo recordó, ¿hacía cuanto que no menstruaba? ¿Cuánto de atraso tenía? Miró el calendario en su celular e hizo el cálculo.
A las 7 y 45 minutos, su hijo había dado su primer indicio de vida.
Se puso la mano en el vientre y sonrió.
Sabía que su abuela no se equivocaba y que las tormentas pasarían, que entre tanta tristeza y desesperanza siempre había una luz que los obligaba a levantar el rostro y seguir hasta caminar erguido.
Lo supo en ese instante, estaba embarazada de una niña, y su hija se llamaría ¡Lorena!

martes, 8 de marzo de 2011

Exorcismo (final)

Grité sobrepasado por la situación: la niña, el frío (de pronto un viento gélido te retorcía las falanges) y el hedor (un olor a muerte penetraba por las fosas nasales dejándote aturdido).
Todo sucedió en un instante: la cámara que caía, Juan que daba vuelta el rostro, ella que torciendo de una manera antinatural el cuello apartaba los dientes de mi amigo para observarme divertida.
La luz que se apagaba, un trueno sonando, el aullido de un perro.
Todo está en mi mente. Ahora lo desgloso y fue un episodio letárgico que me cambió la vida para siempre.
El grito de Juan. ¡El grito!
No intenté ayudarlo. Ni siquiera atine a hacer algo por él, solo huí. En silencio, con los pantalones sucios, respirando bajito para que nadie me oyera, para que ella no se diera cuenta de que me había escapado.
Al día siguiente apareció la policía haciendome preguntas sobre el paradero de mi amigo, su madre desconsolada se sonaba la nariz sonoramente mientras me observaba desde atrás del comisario.
Negué haberlo visto.
Uno de ellos me dijo que se había encontrado mi filmadora a metros de la casa de la niña Cándida Diaz, lugar donde a él se lo viera por última vez.
Se me aflojaron las piernas y me senté a llorar.
Me llevaron a la comisaría y conté todo. Nadie me creyó. Dos policías grandotes me golpearon al grito de "que hiciste con Juan".
También me preguntaron por el padre Luis, el pobre sacerdote que realizaba los exorcismo y que había desaparecido esa misma noche. Cuando concluyeron la tortura, sin sacarme ni una palabra, me mandaron a casa.
Al regresar lo vi. ¡Está con ellas!
Crucé por la canchita de la calle quince para acortar el trayecto y escuché el ruido de los pasos que se abren camino por entre los matorrales que circundan.
Las manos pálidas de la niña hicieron a un lado las ramas y me miró sonriente, con ese grosero ángulo en el cuello que le ponía el rostro a milímetros del hombro. Su madre se asomó por atrás, matriarca dura, con las manos a la cadera, llevando una cuerda y arrastrando del cuello a Juan, que parecía un animalito asustado, enajenado, reducido, caminando a cuatro patas.
-¡Juan!- le grité y me mostró los dientes gruñéndome. Huí.
Estoy dejando todo por escrito.
Estoy enloqueciendo.
Ya no salgo, temo hacerlo.
Desde ayer el hedor en mi departamento es cada vez más fuerte.
Sé que están aquí pero no se donde, ¡no se donde!... y la incertidumbre me está matando.
Las cañerías tiemblan, creo que se decidieron a entrar.
La cabeza torcida de la niña con esa demencial sonrisa acaba de aparecer por una tubería desconectada.

Que mi testimonio escrito sirva para encontrarlas y exterminarlas.



FIN

domingo, 6 de marzo de 2011

Exorcismo (primera parte)

Juan entrevistó a la muchacha un domingo a la noche. Era el único momento en el que la niña, podía escapar del cuidado sobreprotector de su madre por una hora entera.
Yo tenía una cámara filmadora bastante respetable y un aparato de mp3 con grabador de voz, por tal motivo era la persona indicada para acompañar a Juan en esa aventura a la que no te tenía ninguna empatía.
Se hablaba de ella en todos lados. Desde hacía tres meses era tema obligado del chusmerío en las reuniones.
-¿No vas a misa?- Fue la primera pregunta.
La muchacha me miró directo a los ojos y recuerdo que sentí un escalofrío en la nuca.
-Mi madre me lleva a la misa de las mañanas, al de la noche va sola.
-¿Por qué?
-Porque la entidad se manifiesta en la oscuridad. Los exorcismos se realizan de dos a tres de la madrugada.
Tragué saliva y de reojo miré el reloj. ¡Nueve y cinco!
-Di tu nombre completo y edad, por favor.
Juan usaba un tono de voz cordial y se lo notaba seguro y tranquilo, pero la mancha de sudor de su camisa que iba en aumento bajo los brazos y en la nuca me confirmaban lo contrario.
-Soy Cándida Diaz y tengo dieciséis años- contestó irguiendo la espalda en la silla y cruzando las piernas. La actitud me llamó la atención, no sabía si existía un cambio gradual de personalidad en la niña o era el terror que sentía, y que me mostraba un espejismo siniestro en lugar de la realidad.
-¿Estudias?
-Estudiaba en tercer año del secundario. Desde que el ente me habita no puedo hacerlo.
-¿Por qué? Dijiste que sólo se hace presente durante las noches.
-Si, pero suelo estar sin dormir muchas horas y no logro concentrarme o mantenerme despierta durante las mañanas.
Observé que sonreía, traté de compararla con la niña tímida y cabizbaja que había ingresado por la puerta quince minutos antes y no cabía duda de que ya no era la misma.
A la que filmaba en aquel momento, era a una mujercita hermosa, desinhibida y cordial. Su sonrisa por ratos me confundía... ¿había sadismo? Me secaba la transpiración que me nublaba los ojos y trataba de no temblar para que la filmación pudiese tener la calidad suficiente y subirla al blog.
-Cándida, contame que sientes cuando el ente entra en vos.
-Nada- contestó y miró la cámara de manera extraña.
Recuerdo que miré la lámpara que nos iluminaba y la ventana abierta, tratando de explicar el cambio repentino de luz en la habitación que había enrojecido sus ojos por unos segundos.
Juan le hizo un ademán con la mano invitándola a explayarse.
-Contame más Cándida.
-No se nada. Nunca sé cuando entra, estoy viendo la tele y al siguiente momento estoy en otro lado, pero en el segmento transcurrieron varias horas.
-Durante todo este tiempo te han mantenido alejada de la sociedad ¿Por qué? ¿Alguien cree que sos peligrosa?
Cándida levantó los hombros y sonrió.
-¿Te dijeron que sufrías algún cambio físico?
La muchacha repitió el gesto y bajó el rostro. Un segundo después lo levantó y vi el cambio. No se si Juan lo advirtió, pero era claro el turbamiento de la niña, se encogió y volvió a ser la muchachita tímida. Bajé la cámara para observarla mejor y Juan se dio media vuelta para mirarme, increpándome con los ojos.
Volví a colocar la cámara en el hombro y cuando la enfoqué estaba a milímetros del cuello de mi amigo, sonriente, relamiéndose y ¡Juan aun no había volteado!

...

continuará

jueves, 3 de marzo de 2011

RELEVOS BLOQUEROS

En esta entrada tomo el testigo de BEE, una de los participantes en la propuesta de Relevos blogueros de Bea del blog Vinividivinvi, propuesta que explica en su blog y les traigo aquí:

Voy a comenzar un relato y pasaré el testigo a otro blogger para que lo continúe.
A su vez, éste tendrá que pasarlo a otro citando a los anteriores y sus narraciones correspondientes para que se entienda la historia. Para no hacerlo muy complicado y que no se convierta en una tortura, habrá que escribir un mínimo de 5 líneas y un máximo de 20.
También habrá que poner un punto y final alguna vez, así que iremos numerando a los participantes hasta un máximo de 20; el último tendrá que resolver la papeleta y ponerle un final. El haber participado, no excluye que te puedan volver a pasar el testigo, así que estad atentos...
Es muy importante citar a los anteriores bloggers (enlazando su blog), numerar las aportaciones (para que sepamos en que punto está la historia) y explicar de manera clara y concisa los pasos a seguir. Si un nominado no puede o no quiere participar sería conveniente que lo comunique para que el que lo nominó elija a otro.
Espero muy ilusionada vuestra participación y creatividad.

Y así comienza el relato:

1. La agorafobia de Lucía había hecho que llevase años confinada en lo que ella llamaba su búnker. Vivía de noche y dormía de día. Era una de esas mujeres por las que el tiempo pasa cruel y devastadoramente. Una aureola púrpura rodeaba sus ojos tristes, sin brillo, que se encajaban en un rostro descolorido y marchito. Tenía una nariz perfilada que sostenía unas anticuadas gafas.
Sus labios agrietados pedían a gritos menos nicotina, el pelo cano y desaliñado le llegaba casi a la cintura y la extrema delgadez de su cuerpo no podía casi sostenerla en pie.
Su partida de nacimiento confirmaba que tenía 35, pero los años de asilamiento elegido, la dejadez y el descuido habían hecho que pareciese una anciana.
Como una noche más, Lucía abrió su portátil, para asomarse por esa pequeña ventana y contemplar, indagar, husmear por entre las callejuelas de esa gran ciudad virtual que le tenía completamente fascinada. Mientras se desplegaba automáticamente la persiana azul de Microsoft, preparaba, como otras tantas veces, sus cigarrillos, el viejo cenicero sucio, y su té. El turquesa del mar de una playa desconocida le daban la bienvenida.
Y a partir de ahí, su conexión con el mundo.

-¡Clic!-

2. Cansada de navegar entre mentirosos, tarados, onanistas y obsesos, acostumbraba a desconfiar de los mensajes que recibía a través de Internet. Ella no era una Princesa Azul, con su miserable aspecto no podía aspirar ni a cadáver de princesa, por eso descartaba totalmente ser rescatada de su prisión, alguna vez, por un hombre cariñoso, leal y sincero.
Algo le decía que ese prototipo ya no abundaba en el mundo exterior.
Aquella noche, que prometía ser como una más, una de aquellas que terminaría en un alba de lloros mientras nacía una nueva jornada para la desesperanza, un inesperado recuadro se abrió en la esquina inferior derecha de su pantalla: era un mensaje de chat con un mensaje desconcertante:
"QUERRÍA RESUCITAR TU SONRISA".
Al principio Lucía tuvo la tentación de mandar a la mierda al desconocido bromista, pero se contuvo y en su lugar decidió...

(Autor: Rubo del Blog CAXIGALINES)

3. Decidió contestar. Un simple "cómo podrías" fue suficiente. Había tardado un poco en introducir la frase y ahora, mientras aguardaba, se arrepentía de haber seguido el juego a un desconocido que seguramente en la espera había desistido de seguir conversación alguna. Aún así, observaba fijamente la pantalla mientras, inconscientemente, enroscaba suavemente un mechón de su pelo entre sus dedos... solía hacerlo cuando la imaginación se apoderaba de ella.
Nada... no había contestación. Cogió uno de sus cigarros mentolados y justo al soltar el humo de la primera calada, se quedó paralizada... alguien escribía al otro lado.
"¡Va a contestar!", se dijo apagando apresuradamente el pitillo en el cenicero rebosante de colillas. Intentó respirar hondo, el corazón le latía rápido, estaba nerviosa y hasta las manos empezaban a sudarle, pero el nerviosismo no era lo único que se había apoderado de ella, ahora tenía miedo... miedo de no saber si podría con la respuesta.

(Autora: Su del Blog No me eches al olvido)

4.“DEJAME ENTRAR, LUCIA”
La respuesta le disparó una bala que le acertó en medio de la frente.
Sus pupilas permanecieron clavadas en los cinco helvéticos caracteres que titilaban en la pantalla del ordenador. Verificó su nick y era el correcto. Desde que utilizaba Internet siempre se identificaba como Isis.
Entonces ¿cómo era posible que aquel hombre conociera su nombre?
Intentó analizar la respuesta, pero tenía la razón bloqueada. Aquel pedido con cierto sabor a súplica viril le secó la garganta.
El maligno duende del arrepentimiento comenzó a danzar enloquecidamente en la boca del estómago.
Su mente se debatía febrilmente entre dos posiciones antagónicas.
¿Debía apostar por su instinto y permanecer aferrada a su anodina existencia o se arriesgaba a sumergirse en las seductoras aguas de lo desconocido?
¡Mierda!
Le dio una pitada al cigarro, se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz y apoyó los sudorosos dedos sobre el teclado. En aquella inesperada partida de ajedrez, ahora le correspondía a ella ejecutar la siguiente jugada.

(Autora Bee, del blog beeborjasblogspot)


5. Pero no se animó, se sintió perdida e indefensa, aun en la perfecta armonía de sus cuatro paredes.
-No soy Lucía, te estás equivocando de persona- acotó intentando despistar a quien le escribía.
-Dejame entrar, Isis. Quiero sumergirme en la plétora que se acumulará en el centro de tu pecho cuando esté junto a ti, Lucía.
La mujer se levantó aterrada, cerrando la portátil con fuerza, destruyendo el cigarrillo con la tensión de los dedos índice y medio.
Lo primero que hizo fue dirigirse a la cocina y tomar un vaso con agua, un tanto más tranquila se aseguró de que las puertas y ventanas estuvieran cerradas.
Riéndose de si misma y de su estúpido terror repentino, se dirigió serena hacia la portátil, la abrió y pensándolo bien le escribió.
-Isis no es Lucía, me estás confundiendo. Espero que tengas suerte al encontrarla. Chao, me voy- y para terminar con esa charla le mandó un emoticón sonriente. Estaba dispuesta a apagar el computador cuando un nuevo mensaje entró.
-LUCÍA ¡DEJAME ENTRAR!
Y unos golpes en la puerta le sacaron un grito desesperado de horror.

continuará...
(esta es mi parte)

Y el testigo pasará a mi amiga MIMOSA del Blog EMPEZAR DE CERO.
Related Posts with Thumbnails