Monstruos que retozan en este sitio:

lunes, 30 de mayo de 2011

MUJER PERRO (Primera parte)


-¡Te juro que voy a cambiar!

¿Se cambia?
Cuando tienes la oscura peste incrustada en la mente, que corroe el alma y endurece el puño... ¿se cambia?

Sentada con las manos en el regazo, no vencida pero si cansada, con la sangre seca decorandole el labio y las marcas oscuras barnizandole un ojo.
Pensó que tal vez si esperaba un poco, si se portaba mejor, si la paciencia le hacía autista y miraba a otro lado cuando las furias se convertían en tormentas y los rayos caían sobre ella, tal vez con el tiempo él cambiaría y ella algún día podría ser feliz y abrazarlo sin temer y besarlo sin sentir el saber metálico de la sangre entre los dientes, en los labios no, porque ya estaban amortiguados.
Tal vez. Si. ¡Seguramente si! La paciencia todo lo puede... ¿o era el amor?
Él levantó el brazo para acariciar el rostro magullado y ella en un instinto primitivo de autoconservación levantó la mano para protegerse la cara. La sonrisa de complacencia pudo más que las ganas de fingir.
¡Cuan duro y macho lo hacía sentir esa mujer subordinada a su poder!
-No te voy a hacer nada- le dijo gracioso y ella bajó el rostro en silencio, con las lágrimas empapando el rostro, con las fuerzas extintas, con un dibujo extraño en el labio.
-Ya está, no era para tanto, hace café, me voy a bañar- siguió, como si la gresca de media hora antes hubiese sido algo totalmente ajeno a aquellas cuatro paredes, como si lo hubiesen visto en la televisión, en alguna novela, con actores afganos y en una lengua totalmente desconocida y perdida en el tiempo.
Antes de alejarse le toco la cabeza y ese toque hizo un crack en ella.
¡Le habían hecho la misma caricia que se le hace a un perro!
Ella, era un perro.
Un animal depediente de su amo para recibir el amor y una zurra también.
Caminó hacia la cocina y mientras llenaba de agua la pava sintió como el pecho se le inflaba de extraños sentimientos. Se hizo a un lado y vomitó. Se quedó mirando el charco, atónita. Acababa de vomitar algo extraño. Se arrodilló acercando la cara lo más que pudo casi tocando con la punta de la nariz el mejunje. Entre los líquidos había una mujercita pequeñita, de no más de 5 centímetros, tirada en posición fetal, con las costillas rotas y los dientes partidos, con las piernas fracturadas y los órganos sangrando. Los detalles no los podía ver pero inexplicablemente ella sabía que esa mujercita los tenía... y estaba muerta.
Se levantó sonriente.
Era ella.
La última tunda la había matado y su cuerpo había expulsado el objeto extraño.
Si ella ya no estaba en su interior... ¿que mujer era ahora? ¿Quién era en ese momento?
Se miró. Si, era distinta. El perro ya no era perro y no merecía el toque en la cabeza. La mujer perro acababa de ser expulsada y estaba muerta, tirada en el charco de vómito y ya olía mal.
Un empujón la despertó.
-Poné el agua para el café che.
Estaba con la canilla abierta y el agua corriendo, la pava a unos centímetros.
A veces le pasaba, continuaba con una extraña línea de vida para despertar y darse cuenta de que todo lo estaba soñando con los ojos abiertos.
Miró el piso y no había vómito, pero el estomago estaba más ligero.
Ya no quería ser la mujer perro.
El pensamiento la dejó confundida porque había una certeza en su mente.
YA NO QUERÍA SER LA MUJER PERRO.
-¡¡¡ya nooooo!!!- gritó asqueada y decidida.
-¡¡¡YA NOOO!!!- lo repitió y cuando él apareció en su habitáculo el horror se apoderó de sus manos.
El grito emergió del estómago, le trituró la faringe y lastimó la laringe.
Parecía que los dientes le iban a salir despedidos por la ferocidad del grito.
-PERRO NOOOOO- le gritaba en la cara.
El hombre retrocedió pero sólo para levantar el puño y estrellarlo en la mandíbula de la mujer que trastabillo y calló en una esquina.
¡Si, la había vomitado, ella ya no era ella!
El perro ya no estaba, se levantó y creyó que media más, unos cuantos metros más.
-PERRO YA NOOOO- gritó y se abalanzo contra el amo, rebelándose a su existir.
Ardiendo en una locura que se había estado gestando en su interior trompada tras trompada, patada tras patada. La cordura se le había hecho trizas, estaba muerta, desangrada, con golpes internos y toda meada por el susto.
Mientras se levantaba pudo verse en el reflejo de un vidrio de la ventana.
Ahora era bella, media unos cuantos kilómetros más y los ojos tenían un rojo bermellón que eclipsaba los fuegos y amainaba las almas más puercas.
-¡Perro, no!- sentenció y dio un paso adelante haciendo crujir los mosaicos y produciendo hendiduras por el peso colosal de su anatomía gigantezca.
-¡PERRO YA NO!

continuará

martes, 24 de mayo de 2011

Nada

Hay una idea que está por salir, se está gestando.
Los latidos se escuchan a través de un micrófono adherido a su parietal derecho, a veces se mueve y se desliza por las áreas frontales y premotoras, entra a la corteza primaria y bordea la corteza visual, pasa de reojo dejándose desear, no logra verse, cierra las piernas y ni siquiera se sabe su sexo.
No importa, la idea está.
Toma la lapicera y espera a que brote.
¡Nada!
Riega el cabello con agua pura extraída de los hielos de la montaña Caña Hueca ubicada en la cordillera Cielo Despejado.
Mala decisión.
La idea corcovea y se esconde debajo del hipotálamo.
Se niega a recibir corticoides y no desarrolla los pulmones. Está negándose a salir y respirar. Habrá que practicar una cesárea programada y apurar el parto.
Toma un bisturí, abre la zona frontal del cráneo y con la ayuda de un espejo y unos palillos chinos, indaga entre los sesos. Huele a muerte. La idea está en posición fetal. No hubo la suficiente irrigación sanguínea y ha perecido como tantas otras.
Hace la sutura un tanto preocupada, ¿hasta cuando durará ese período de vacío? Se dedica a leer, las letras tal vez engendren nuevas letras. Espera que tal vez en algún momento pueda dar a luz una historia viva.
Y hasta que eso suceda, seguirá regándose la cabeza con agua natural pero está vez de hielos azules extraídos de las profundidades de Marte.
Espera tener mejor suerte.

sábado, 14 de mayo de 2011

Sombras

Siempre supuse que las sombras que cruzaban por mi lado podrían ser entes que en algún momentos habían habitado esta existencia. Lo oculté como al mejor de mis secretos. Cuando me paraba, en la calle, a conversar con alguna amiga y un ente oscuro aparecía por mi costado y se quedaba observándome (intuía que me miraban), seguía mi charla como si nada estuviera pasando, como si yo fuese una más de las que habitaban este exquisita dimensión.
¿Qué pasaría si la gente se enteraba que los veía? Al manicomio... ¡directo al manicomio me iban a mandar!
Así que jugaba a no enterarme, a ser sencillita, común y corriente.
Cuando miraba televisión en la soledad de mi cuarto y aparecía uno por debajo de mi cama, ahí si los seguía con la mirada. A veces me levantaba y trababa de ver hacia donde iban pero luego de un rato de seguirlos y dar vueltas por el comedor, me aburría y volvía a mi programa televisivo.
Hoy he descubierto con sana alegría (porque mi cordura nunca estuvo en juego) y con dolorosa certeza, de que ellos no son fantasmas.
Hoy salieron por mi ropero, arremetiendo con furia por entre mis abrigos, tirando las perchas y dejando un confuso volcán de ropa esparcido por mi dormitorio.
Cada roce que le hicieron a mi piel le dejó marcas rojizas que ardieron durante unos segundos.
Escaparon gritando, envueltos en un manto de cólera que me hizo temblar.
Intuyo que era un grito de guerra.
Les tuve miedo, hoy después de tanto tiempo de convivir con sus oscuras formas casi incorpóreas... les temo.
Estaban aquí investigándonos en silencio, olfateando nuestro brillo de vida y planeando la forma de apagarla. ¡Y yo! ¡La única que podía verlos!... en silencio como una niña tonta.
No quiero escuchar, no quiero. ¡No! ¡Hay tantos aullidos, gritos desgarradores, llantos descarnados, que siento pavor de abrir las ventanas y ver que está ocurriendo!
Ellos han llegado para colarse entre lo tangible.
Aun no puedo imaginar el horror de la gente... siendo atacada por seres que no logran ver.
Hay tres que están sentados junto a mi. Uno a cada lado y otro a mis pies. Me miran, sé que me observan, pero ahora temo que ya no les interese y que pronto les seré un estorbo.
Las sombras están entre nosotros y vivirán aquí, nos guste o no.
Si volteas repentinamente tal vez puedas verlos... y si los ves... ¡huye!

viernes, 6 de mayo de 2011

El 104 (final)

Lo convence de volver al departamento, le promete que no se irá de su lado.
Al entrar siente la diferencia de temperatura con el exterior ¿Cuantos grados menos? ¿5? Tal vez más, las manos se le ponen lívidas y las uñas azuladas.
-Fantástico- murmura asombrada.
Él tiembla detrás, y no precisamente de frío.

La llevó a su dormitorio y le enseñó el lugar donde la primera vez creyó ver una sombra y que se repitió durante varias noches... una esquina de la habitación, a un lado de la puerta.
Luego le explicó como se despertó cuando unos brazos helados lo abrazaban desde atras, le contó que creyó estar soñando pero cuando el estado de somnolencia desapareció, seguía preso del abrazo muerto, de la apretada caricia gélida.
Le detalló como intentó incorporarse y la sombra se puso sobre él, tomando forma humana, deviniendo en una mujer pequeña, de aspecto triste, que ni bien se sentó sobre su pecho le mostró las muñecas abiertas, de un extremo al otro, casi cercenando las manos del cuerpo.
Se levantó de la cama para mostrarle como había huido, desligándose de aquel cuerpo rígido que lo tenía aprisionado... ¡cuando la vio!
Detrás de la puerta, en la esquina del cuarto, en cuclillas, abrazándose las piernas... con el rostro marchito por el miedo.
La muchachita se llevó el dedo índice a los labios, pidiendo silencio, implorando cautela, y señaló a la vecina que casi no escuchaba lo que narraba el muchacho por inspeccionar la habitación, fascinada.
Él se quedó en silencio, traduciendo mentalmente las señas.
Le mostraba las heridas en los brazos... y volvía a señalarla.
Cuando se dió cuenta, su vecina lo miraba sonriente.
-¿Ella, está aqui?- le preguntó ansiosa.
Él la miró.
-¿Por qué ya no le temes?- volvió a cuestionar divertida.
Él siguió observándola.
-¿Ahora le tienes miedo a alguien más?- se burló tras una carcajada y después de una metamorfosis brutal, las facciones se endurecieron.
-Nunca puedo verlos- le explicó, sacando un bisturí del escote y provocándole un corte grosero en la muñeca.
Mientras gritaba tratando de detener la sangre, la vecina reía dando saltitos eufóricos.
-¿Ves a una sola? ¡Aquí hay un montón!- le aclaró, y acercándose curiosa se sentó en el piso frente a él, para observar como se desligaba de un mundo y avanzaba por un derrotero distinto.
Sumido en la desesperación, por el rabillo del ojo pudo ver a la niña y a su lado a tres muchachas más, todas en cuclillas, abrazándose, tratando de no mirar.

Fin

martes, 3 de mayo de 2011

El 104 (II)


Forcejea.
En el intento por librarse de las manos anchas que no sólo le tapan la boca sino también la nariz dejándola sin aire, oye el lloriqueo ahogado.
-Soy su vecino, ¡soy su vecino señora! ¡Por favor no me corra! ¡No me corra! por favor, por favor- aúlla mientras tira los brazos a un costado rendido y apoya la cabeza en el piso llorando desconsoladamente.
Cuando él cae.
Ella se tira hacia un costado respirando a grandes bocanadas, casi cianótica, aturdida.
Toma la toalla cubriéndose y se arrastra hacia el corredor. Mira hacia los otros departamentos. Es sábado a la noche y está segura que todos sus vecinos están en la calle.
Nadie acude a su auxilio.
El llanto desesperado del muchacho capta nuevamente su atención.
Inclina el rostro para observarlo, el aún tiene la cabeza apoyada en el piso.
Si ¡Es su vecino!
Un chico veinteañero que se ha mudado hace aproximadamente una semana.
"El nuevo del edificio", recordó que le pareció ser una persona simpática y tímida.
-¿Por que estabas en mi casa?- murmura ella bajando la guardia.
Él levanta horrorizado el rostro y retrocede internándose debajo de la mesa.
-No me corra. No me corra, ¡no quiero volver al 104! ¡No me corra por favor!- grita histérico y ella entra apurada tratando de calmarlo.
Ya no le teme.
Ese muchacho es un niño desesperado.
El miedo le cubre el rostro distorsionando la boca en un rictus salvaje.
Recién después de cuarenta minutos ha podido hacer que salga de abajo de la mesa y se tome un té, está más tranquilo y decide contarle su desventura.
Ella lo escucha un tanto incrédula.
Ha alquilado ese departamento por la baja cuota mensual que le pedían, suponía que podía haber alguna gotera o humedad en las paredes, pero con el paso de los días, ha descubierto aterrorizado que el bajo valor de su alquiler se debe a algo peor.
Las primeras dos o tres noches se ha levantado en la oscuridad para averiguar de donde provienen los ruidos. Pensaba que eran ratas o cucarachas. Pero al prender las luces la asepsia más ingrata se mostraba a sus ojos, ni un vestigio de roedores o cualquier clase de insecto desagradable.
La cuarta noche hizo la diferencia. Al subir el interruptor por un momento percibió una mano fría sobre la suya, la sacó estremecido sin entender que podía haber sido... bajo las luces prendidas, el departamento estaba plagado de soledad.
Cuando regresó a su cama, no logró conciliar el sueño, las sábanas estaban prácticamente congeladas y no podía calentarlas ni colocando la estufa a centímetros de él.
Las pruebas de que algo poco convencional sucedía en su nuevo hogar fueron dándose noche a noche, en cuentagotas... hasta ese día, en que el horror se había presentado, dejándolo sumergido en una crisis de nervios. Recuerda haber corrido e intentado abrir varias puertas, hasta dar con la de ella. Él sólo quería protección... y no morir de pavor.
Sentía que el miedo le subía como corriente eléctrica por los dedos haciéndole daño a las terminaciones nerviosas.
No quería morir, esa noche, en el 104.

continuará

domingo, 1 de mayo de 2011

El 104


Tiene que estar en la reunión en hora y media, entra apurada, deja el bolso sobre la mesa, abre la ducha y mientras el baño va tomando temperatura se desnuda e ingresa dejando entreabierta la puerta (el vapor, escondiendo las cosas al alcance de su vista, la perturba).
Tiene los ojos cerrados y el shampu en el cabello cayéndole por todo el rostro.
Escucha abrirse la puerta principal.
¿Escuchó abrirse su puerta? ¡Podría haber sido en el departamento de arriba!
Intenta recordar, se obliga a hacerlo... ¿puso llave cuando entró?
No, no lo tiene en la memoria.
Está en medio de la ducha, estática, con el shampu y el cabello tapándole medio rostro.
Se lava la cara, toma la toalla y se cubre.
Abre la puerta, sale despacio, dobla el recodo del pasillo y espía, asomando sólo la cabeza... la puerta está semiabierta.
Vuelve hacia el baño rezando en vos baja, transpirando aun a pesar de la baja temperatura.
Mira sin saber que busca.
Toma el secador de cabello, respira profundo, el agua jabonosa le cae sobre los ojos y le arden pero no se permite pestañear, está temblando y con miedo, pero no tiene alternativas... debe saber quien irrumpe en su hogar.
Revisa la pieza, la cocina, el comedor... ¡nadie!
Mira por la puerta entreabierta hacia el corredor, el silencio domina los otros departamentos. Antes de cerrar, recuerda el pequeño lavadero, se da media vuelta y ve el rostro de él mirándola desde adentro.
Grita saliendo del departamento, tropezando con sus propias piernas, temblando de frío y pánico.
Cree reconocer el rostro pero no sabe donde lo ha visto.
La toalla ha quedado enganchada en el picaporte de la puerta y su desnudez puede más, estira la mano para recogerla y otra ajena la toma con fuerza por el brazo haciéndola entrar nuevamente al departamento.
No hay tiempo de gritar, él se aferra a ella, tapándole la boca, escondiéndose tras su piel como un niño aterrorizado...

continuará
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