Monstruos que retozan en este sitio:

domingo, 27 de mayo de 2012

La muela



¿Seré capaz de contarlo? ¿Tendré las bolas suficientes?
El dentista me había dejado doliendo la muela.
-¿pa´que mierda me voy si me va a dejar peor?- pensaba mientras me tomaba un ibuprofeno.
Abrí la heladera y había solamente coca cola... era noche de cosas más fuertes.
Agarré la campera, salí del departamento para comprarme un vinito y olvidarme de las caries que me punzaban en la mandíbula.
Dos cajitas de tinto, una abierta en el camino y tomada en el trayecto de aproximadamente tres cuadras. A los quince minutos entre eructo y mareo llegué a la esquina de mi casa, me senté en la vereda y abrí la segunda cajita.
Recuerdo que pensé en el gusto de poder tomar un vinito barato, con sabor a óxido, que me tritura el hígado y sin ninguna novia o madre al lado que me esté mirando fiero.
Pero vuelvo al relato...
Terminé de tomar mi segunda cajita de vino, (que no era tanto, estaba acostumbrado a más) y me dispuse a seguir mi trayecto. Doblé la esquina y una sombra se dibujó perfectamente en el borde del edificio en el que vivía.
Debo admitir que pensé que podría ser algún borracho baboso, como yo, que me pediría un billete pa´l cigarrito o para otra cerveza. Esperé que fuera eso y no uno que me golpeara para sacarme la billetera con mis 2 pesos con 50 centavos que me sobraban del día.
Caminé tratando de hacerme el pelotudo, silbando un poquito.
Cuando estuve a su altura lo miré de reojo, se adelantó un poco, ahora que lo pienso creo que se adelantó a propósito, se adelantó para que la viera... "la viera". Porque no era un tipo, era una mujer.
Tenía la piel pálida y vestía de negro. Recordé todas las historias de miedo en donde se mencionan a las mujeres de blanco y traté de buscar cierto alivio en esto, al mirar el atuendo oscuro.
Ella se acercó, se acercó mucho... retrocedí.
La muy guacha me tomó de la entrepierna y me apretó el bulto.
Olía asqueroso, estaba borracho pero no tanto como para no percibir el olor a podrido que le salía de la boca. ¿Por qué tuve miedo? ¿Por qué me paralicé?
La mina no era normal. No puedo explicarles pero no era algo usual, ordinario, común o humano.
Grité. Me tomó de los hombros, me hizo estrellar contra la pared y me babeo todo el cuello. No soy maricón, intenté salir, intenté sacármela de encima... pero lo único que podía hacer era gritar.
Cuando los perros comenzaron a ladrar se hizo a un lado y aulló.
Recién ahí pude verle la cara, la boca sin dientes, la lengua larga que sacaba mientras aullaba y los ojos rojos... ¡los ojos rojos!
Cuando los perros gruñeron y se acercaron para atacarla ella se tiró sobre mi y me tapó prácticamente toda la cara con la boca inmunda.
Pensé que me tragaría. Que era mi último suspiro y que encontrarían mis huesos al amanecer, después de que la mujer me digiriera.
Uno de los perros se acercó furioso y la mordió.
La mujer chilló con fuerza dejándome la cara mojada y la nariz libre para respirar, acto seguido se agazapó a la pared del edificio y trepó por el hasta entrar por una ventana abierta... la mía.
Estoy sentado en la calle del frente desde hace una hora, tengo congelado el cuerpo y el efecto del vino se fue casi por completo.
No me animo a entrar.
Hay una mujer vestida de negro, con ojos rojos y olor a mierda que se trepó por las paredes y vaya uno a saber que cosas estará haciendo en mi habitación. Tal vez durmiendo. Tal vez sentada en mi cama, esperando a que entre.
¡Al menos el dolor de muela ya se fue!

jueves, 24 de mayo de 2012

La gotera (final)


Se despierta gritando, hay un calor palpable. Una luz que se dejó prendida por descuido, en el corredor, da una pequeña penumbra en su cuarto y puede ver huir al ente que la somete, es un cuerpo abstracto, intangible, delineado en la bruma, un cuerpo que sin materia se materializa y seduce su inconciente, ultrajando su sexo violentamente.
Llora sin saber que hacer, a quien acudir. Ya ni siquiera revisa el departamento, sabe que no lo encontrará.
Una amiga le aconseja tirar agua bendita en cada rincón del departamento, otra recorrerlo quemando incienso, una tercera le regala velas rojas y el número telefónico de un muchacho que podrá calmar ciertas urgencias que parecen estar volviéndola loca, pero una cuarta amiga, después de meditarlo bastante, le dice que lo aprisione, que lo encierre y no le permita salir.
-La gotera está pero nunca hay agua en el piso- medita en voz alta- lo que sea que hay en tu casa se escapa hacia arriba, nunca queda en tu departamento, tienes que atraparlo ¡y expulsarlo!
Tras pasar una semana tranquila, al octavo día el sueño violento retorna, siente que está en su entrepierna, tocándola, quemándola con sus manos de vapor.
Se ha preparado para esta instancia, está lista, esperaba el momento de sentirlo nuevamente, quiere enseñarle que a su cuerpo se lo respeta, que no puede tocarlo ni con el aliento caliente que emana su ser nefasto.
Se despierta dando un salto, abre la ventana y prende el ventilador que tiene preparado, se sube a la silla que está situada en el lugar estratégico y con toallas seca la gotera, absorbe la humedad. Se llenan de agua cuatro toallones, es un líquido extraño, casi aceitoso, con un olor que se profundiza mientras es absorbido.
Trabaja con ahínco, no quiere que ninguna gota se le escape y regrese al techo. Agitada corre con las toallas, saliendo del departamento, cruzando la calle en camiseta y descalza. Las tira lejos y retorna. Sólo unas cuantas gotas sanguinolentas pudieron ser reabsorbidas por el concreto del techo.
La pieza aireada con el ventilador aun funcionando está perfectamente seca, la mancha en el techo no existe. Se siente victoriosa. Los sueños desaparecen. La calma regresa.
Ni siquiera se cruza con el vecino de arriba, sabe que está porque lo siente caminar, despacio, con lo pasos menos notorios. Cuando le llega la noticia, unos días después, sobre la muerte del hombre, se siente extrañamente aliviada.
Lo escucha mientras dos mujeres sacan conjeturas en el corredor. No se queda a escuchar los pormenores de la enfermedad que lo aquejó repentinamente, haciéndolo perder casi 10 kilos en una sola noche. Se va antes de oír que no se repuso a la pérdida de líquidos, nunca logró recuperarse de un extraño caso de deshidratación aguda. Cuando lo sacaron del departamento parecía una momia egipcia. 
No hubo autopsia.
Ella recuperó su calma.


FIN

miércoles, 23 de mayo de 2012

La gotera (2ª parte)


Lunes: la mancha de humedad reaparece.
Maldice en voz baja desde la cama, ¡ya la había olvidado!
Se duerme.
De nuevo el sueño erótico, esta vez quiere escapar, lucha por abrir los ojos y escapar de las manos calientes, se despierta gritando, el calor en la habitación la ahoga, corre por la oscuridad hasta el interruptor y prende la luz. La habitación está sumida en una gruesa niebla, la mujer grita aterrada.
Lo primero que le viene a la mente es que algo podría estar quemándose, revisa nerviosa cada una de las habitaciones, cuando llega al salón se da cuenta de que no percibió olor a quemado. Reacciona más lucida, desenlazada por fin del sueño, no entiende que pudo haber pasado, regresa sobre sus pasos, cauta. En la habitación no hay rastros de la niebla, el piso está seco, se sienta en la cama desorientada, llorando de miedo, de soledad, confundida.
-Estoy enloqueciendo- piensa y algo hace que la mirada se desvíe hacia el vidrio de la ventana… ¡está opaco, empañado, las gotas comienzan a surcarlo!
La pantalla del televisor está en idéntico estado.
¡No estuvo soñando! Mira el techo y la mancha, nítida, parece burlarse groseramente.
¡El vecino de arriba intenta matarla! ¡Seguramente inocula en su habitación alguna especie de gas! Inspecciona el techo parada sobre una silla (las marcas mojadas de manos, en su ropa interior, comienzan a disiparse).
Esa mañana no va a trabajar, en cuanto escucha ruidos arriba se apresura por las escaleras y lo enfrenta casi llorando, presa de un ataque de nervios. Le recrimina la gotera en su pieza. El vapor que la despierta ahogándola.
El hombre la observa impávido. En voz baja la promete arreglar lo que sea que sucede. Le jura ir en busca de un experto en ese mismo momento. Le pide disculpas casi escondiendo la cabeza entre los hombros.
La mujer se calma. Regresa a la casa arrepentida. Llorando alarmada por su estado emocional. La mancha, aun nítida, parece mirarla avergonzada.
Se acostará temprano e intentará descansar, toma un alplax y se acuesta.
El sueño ronda su habitación, es tan palpable que puedo predecirlo parado junto a su cama observándola. Con la última luz de claridad se recrimina que lo onírico no tiene corporeidad, está soñando, ya casi está dormida. Pero lo percibe. Intenta despertar, se ahoga, lo que se encuentra a su lado se recuesta sobre ella y esa lengua, introducida a la fuerza en su boca, la asfixia, la quema, la sofoca.


CONTINUARÁ

martes, 22 de mayo de 2012

La gotera (1º parte)


Estaba viendo Dr. House, tirada en la cama, tapada a medias, cuando percibió el movimiento con el rabillo del ojo.
Se paró con el entrecejo fruncido.
¿De donde procedería el agua? El departamento de arriba estaba habitado desde hacía muy poco tiempo por un cuarentón de aspecto extraño, y la distribución de los habitáculos era idéntica en todos los departamentos por lo tanto arriba de su cuarto había un dormitorio. Se fue hasta el baño e inspeccionó las paredes y el techo… ¡nada!
Regresó al dormitorio y la gotera ya no estaba, dejando en su lugar una tenue mancha de humedad.
El caso del enfermo a punto de morir y el Dr. House ocupado en trivialidades, volvió a captar su atención. Se recostó nuevamente y lo olvidó.
Esa noche tuvo un sueño erótico: Se encontraba sumergida en una bañera con agua caliente y un desconocido se acercaba, oculto en la niebla. La tocaba, despacio primero, con saña después, procurando hacerle sentir gozo y dolor también. Se despertó abrumada ante su propio orgasmo, con la camiseta y la ropa interior mojada. Antes de entrar a la ducha se desvistió en el cuarto dejando las prendas tiradas en el piso, (nunca se dio cuenta de que las zonas húmedas en la ropa, sobre sus pechos, formaban la figura de un par de manos).
Intentó descansar un poco más pero no pudo, el orgasmo lejos de ser satisfactorio le había dejado un gusto amargo a vejación.
Faltaban dos horas para que la alarma del despertador sonara.
La mancha de humedad en el techo se había ampliado, antes de ir a trabajar le reclamaría al vecino de arriba.
El café no sirvió para calmarla. Puso música con un volumen considerable y luego de la segunda ducha, recién se sintió mejor.
Noticiero mientras se preparaba para salir.
La mancha en el techo ya casi no existía.
Dejaría el reclamo para más adelante, tal vez la gotera no volvería a aparecer. La justificó de mil maneras, el hombre al que había cruzado en los pasillos un par de veces, tenía una mirada extraña y la examinaba de pies a cabeza sin disimulo. Cruzó los dedos para que la mancha de humedad desapareciera, ¡no quería hablar con él!
Trabajo. Almuerzo. Calma. Noche tranquila. Semana rutinaria, sin sobresaltos.

CONTINUARÁ

lunes, 14 de mayo de 2012

El mural


Se sintió extraña, aquella mirada parecía extraída de una dimensión surrealista, de un cuento maravilloso con ilustraciones grotescas o un cómic trágico.
No dudó en aceptar la sonrisa y devolverla también.
Se comportó como una adolescente obnubilada, le faltaba que pestañeara continuamente como hacían los dibujitos animados.
Por un breve momento se sintió estúpida. ¿Era posible que el corazón le latiera de esa manera ante la presencia de un extraño que a unos metros de distancia y por entre la gente, le sonreía de esa manera tan surrealista?
Ni se imaginan como le temblaron las piernas cuando se dió cuenta de que se acercaba, tratando de evitar el gentío, intentando que no lo rozaran, haciendo malabares cómicos para evitar los codazos de todos los que se habían reunido para mirar el extraño caso del mural que tras ser terminado cuatro días antes, esa mañana había amanecido con un personaje menos.
Todos estaban frente a la pared, sacando conjeturas, elucubrando sobre quien podría ser el responsable de esa zona blanca. ¿Cómo habrían logrado borrar la imagen de un hombre solitario y con rostro amargo, dejando el gris de antaño, la pared intacta, tal como estuviera antes de plasmar el arte? El mismo pintor se hallaba entre la gente, recordando el sentimiento de soledad que sintió el día que decidió pintar al personaje. Tenía pensado un paisaje con personas que reían y se miraban emocionadas salvo a aquel hombre, que personificaría su estado de desesperación ante una soledad que no podía erradicar. Recordaba haberle dado una sonrisa ecléctica que contrastaba con la mirada ausente por la tristeza, un guiño que sólo el conocería.
La gente se disipó con las horas y nuevamente se reunieron cuando al día siguiente alguien gritó que el personaje había aparecido... esta vez acompañado de una mujer a la que sostenía por la cintura mientras ella tenía un rictus de horror en el rostro y las manos levantadas, en una pose que a todos dejó horrorizados.
A él se lo veía feliz, ¡pero ella parecía intentar escapar del mural!

viernes, 4 de mayo de 2012

blanco y negro

Tenía miedo de despertar y no encontrar diferencias.

Un día amanecer siendo la oscura mujer que la atormentaba durante el descanso.
Se miraba en el espejo y se comparaba con ella. Se descubrió varias veces usando posturas que no coincidían con lo que era.
-Te estas poniendo vieja y patética- se susurró una vez y dejó pasar al cambio, le dio la bienvenida a su vida sonora y diarreicamente (las modificaciones le traían trastornos nefastos a sus intestinos).
Esa mañana tomó una pantufla y le pegó de lleno en la cara a su marido que dormía y salió gritando:
-Nunca más me dominarás, soy una mujer que desde hoy rompe el yugo que la tiene atada a cualquier forma de condicionamiento impuesto por la sociedad, ya no estoy casada con vos, ya no te pertenezco, me voy- y dejó al pobre hombre, que nunca le había levantado la voz ni para pedir auxilio, con una mano apretándose el pecho y con la otra sosteniéndose la cara enrojecida.
De la pobreza pasó a la miseria.
Se construyó una tapera en medio del monte y sobrevivió resucitando un lado salvaje que ignoraba poseer.
Su mujer oscura y alienada dejó de torturarla en sueños, había cumplido con lo que pedía aquel personaje y al romper lazos y bajar a un nivel básico en la evolución se había mimetizado con ella dando lugar a un vacío que debería llenar con la mujer que se forjaría de la nada.
Se las arregló como mejor pudo, gritando de impotencia durante las noches, pidiendo a gritos una paz que no logró hallar en la casa, ni en el monte, ni en la soledad de su nueva vida.
Así fue como comenzó a soñar con la mujer que había sido.
Se despertaba intentando abrazar a su hombre o tratando de tomar un espejo para realizar su antiguo ritual de belleza.
La bestia que saliera de sus sueños y se apropiara de ella la dominaba durante el día, no hubo otra salida que enfrentarla en sueños.
Al séptimo mes lo hizo.
Se encontraron una noche frente a frente, la mujer delicada, frágil, bonita, iluminada entre rubores y adornos, y la otra: básica, brutal, intolerante, primitiva, sin rituales ni lazos, libre... tan libre que ardía como un hierro candente en el centro del pecho.
La lucha feroz duró las noches de tres meses, finalizados estos regresó a su hogar.
Encontró a su hombre sentado en la mesa, tomando una taza de té.
No dijo nada, entró, le dio un beso, se bañó y reapareció, pulcra, vestida, pintada, adornada con sus mejores accesorios y se sentó a su lado.
El hombre, acostumbrado a los desvaríos de su mujer, sonrió complacido y le tocó la cabeza.
La bestia saltó y con un grito salvaje lo atacó dejándolo semi inconsciente tirado en el piso, cuando la furia cedió se alisó las arrugas del vestido y se sentó nuevamente para terminar de tomar el té que él había dejado.
Los riesgos de un pacto estaban bañaditos y perfumados sentados a la mesa, cruzando las piernas, limándose las uñas. Las dos mujeres, incapaces de vencerse una a la otra, ¡habían decido convivir en un solo frasco!
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