Monstruos que retozan en este sitio:

sábado, 26 de enero de 2013

Adjetivos para un fin.


Mientras esperaba el ómnibus y reflexionaba sobre el tiempo que juega a las escondidas en esa esquina oscura, algo me hizo subir el rostro y observar el edificio en construcción, tal vez fue el tiempo que por huir se iba demasiado lejos.
Allá arriba estaba ella, parada en el borde con los brazos extendidos hacia los costados, dispuesta a salir volando o bajar en picada.
Lo primero fue sobresaltarme, girar en redondo y mirar a los demás. Todos ellos estaban absortos en sus propios juegos de escondite, algunos aturdidos bajo el brebaje de la música en los oídos, otros cansados, apoyados en las paredes con los sentidos cerrados.
¿Cómo es que nadie la veía?
Tan alta, tan en pose, tan en búsqueda de atención.
Parecía dudar o tal vez disfrutar de los segundos que se le amontonaban en la punta de los pies.
No podía verle el rostro pero la imaginaba sonriente y satisfecha, libre y decidida.
El ómnibus llegó y pasó, levantó a los medio muertos y se los llevó a sus casas, me quedé esperando la siguiente tanda de humanoides que llegaron tan ausentes como los anteriores.
¿Cómo es que nadie la veía?
Me sentía emocionada por ella, estaba por destrozar una realidad y buscar nuevas alternativas. ¿Sería prudente subir y preguntarle por su receta para conseguir el éxito?
Quería ser ella: rebelde, revolucionaria. A veces me sentía permisiva, masificada. Cuando el tiempo jugaba a las escondidas me sentaba en mi oficina a teclear obsecuente, perdiendo de vista el horizonte, cubriendo los baches con una pared gris.
Nueva tanda de antropomorfos.
Y ella arriba tan al límite.
¿Cómo es que nadie la veía?
Siento que un pie avanza y se debate entre saltar o simplemente dar ese gran paso.
Me emociona verla allá, tan suicida y desencajada.
Tan madura y asustada. Congelada, aturdida, devastada.
Tan al límite de un yo puedo y al comienzo de un ya no más.
Tan abajo la gente en sus mundos.
Tan solitarios como oxidados.
¿Cómo es que nadie me vio?

lunes, 14 de enero de 2013

EL AUTO

La revista digital PENUMBRIA publica en su edición N° 7 uno de mis cuentos: EL AUTO. (pag. 11)
Con un click en expand se abre el archivo y si desean que la letra se agrande den otro click.
Gracias por leer!!!!!!!!

sábado, 5 de enero de 2013

AMOR A PRIMERA VISTA


¿Qué siente alguien cuando se enamora?
¿Existe el amor a primera vista?
Subí al ómnibus y lo vi: demacrado, totalmente abstraído, mirando por la ventanilla. Nunca dudé ni un instante, tampoco fue una reacción racionalizada, simplemente me senté a su lado. Con el pretexto de mirar hacia afuera, podía verlo de soslayo.
Era único y extraordinario: un leve tic en la comisura izquierda del labio, movimientos continuos de dedos y ademanes con la cabeza. Ronquidos, groserías en voz casi inaudible, pestañeos alocados. Algo en el me elevaba. Sentía que estaba sentada junto al hombre que había amado toda la vida y ni siquiera lo conocía.
Cuando exhalaba tras un quejido, respiraba hondo yo, tratando de inhalar su aire, su aliento a nicotina y alcohol.
¿Quién era yo? Me había embarcada en la vida sin meditar sobre mi persona. De pronto me cuestionaba: ¿era de aquellas niñas enamoradizas? ¿Podía ser tan romántica como para amar a primera vista? Tal vez no tendría que vestir jeans y zapatillas sino más bien una falda amplia a lunares amarillos y zapatitos con tacón haciendo juego, tendría que llevar una blusa que dejara al descubierto parte de mi pecho para que los demás pudieran observar el subir y bajar del amor aprisionado en la caja torácica.
Se levantó y bajó. También lo hice yo.
Apenas estuvimos caminando por la misma vereda me acerqué y le hablé.
Tartamudeando un poco le dije mi nombre, edad, estado civil y desesperación.
Me miró un tanto aterrado, aunque me gusta pensar que tal vez fueron instantes de amor a primera vista lo que pasó por sus rostro.
Cuando rugió y bajó los ojos, sentí que me derretía.
Tenía en la mirada ese odio desbordante que tienen los machos alienados y que siempre me excita.
Me llevó a su casa, entré de su mano.
Ni bien cerró la puerta e intentó violarme, comprendí que estaba ante el hombre de mi vida.
Mientras me dejaba destrozar la ropa, desglosé cada instante y lo supe. Era tan parecido a mi difunto padre que me había enamorado de su tic, su furia contenida. Estaba siendo la niña buena que había sido mi madre y por un momento, entre los gritos y golpes, sentí que había creado un hogar. Cuando me tomó del cabello y me arrojó en una esquina, me sentí orgullosa. Era una mujer con su hombre, tal como había visto a mi madre con el suyo.
Después de tantos años en soledad, nunca imaginé que el amor llegaría de improvisto.
¡Era tan parecido a él! Y yo debía ser como ella para lograr el éxito en la relación.
Ni bien se durmió borracho, lo besé en la frente (como había visto hacerlo a mi madre) y le corté la garganta, (¡con gran trabajo, tratando de imaginar cómo había hecho ella para que pareciera manteca, el cuello de mi difunto padre!).
Me retiré satisfecha.
Siento que puedo seguir con mi vida sin que nada me obstaculice a la hora de lograr las metas impuestas. Me siento realizada como mujer.
Mañana iré al obstetra y pasado mañana espero saber el sexo del bebé.
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