MUJER DISTÓPICA
Hija única de padres ejemplares, alumna excelente, amiga silenciosa, amante apasionada... tenía tantas virtudes que estaba a una línea de cocaína de convertirse en la abulia menstruante.Se despertó un día y tras mirarse largo rato en el espejo y convencerse que esas poses de Barbie y Blancanieves compungida, no le ayudarían a encontrar los sinsabores que tal vez le dieran un matiz distinto a su vida, resolvió realizar un cambio rotundo.
Se levantó esa mañana decidida, salió a la calle y caminó descalza por las veredas, con la ropa desplanchada y el pelo sin cepillar, con el olor a mañana descompuesta en la boca sin lavar y las ojeras violetas enmarcándole los ojos.
Escupió, insultó, comió con las manos sucias y cagó en una plazoleta.Nadie osó acercársele y hacia la tarde, cuando el sol regresaba a su tumba, se recostó en un banco de la plaza para descansar de su día distópico que tantas satisfacciones le estaba dando, cuando sintió una mano hedionda tomándole del brazo derecho y obligándola a restituir el orden en su vida. Se la llevaba arrastrando, deshaciendo el camino que tanto coraje le había tomado comenzar y la hizo entrar a la casa dejándole una marca violácea donde apretaba con fuerza. Se escucharon gritos. Sermones de moralidad y respuestas lógicas sobre decisiones tomadas. No hubo manera de convencer a la mano sucia que la había traído, así que no tuvo opción: cuando vio que se concentraba en alcanzar el jabón líquido de rosas para lavarse, tomo el cuchillo y con un certera estocada la dejó agonizante, luego el serrucho hizo lo suyo. Una vez vendado el muñón, volvió a su nueva travesía distópica, dejando su mano izquierda moral y recatada, en un charco rojo pasión, tan obsceno que daban ganas de cercenarse las manos y salir en busca de una inmoralidad orgásmica.